Mi capitán! ¡Plugiera á Dios que dejasen á vuesa merced con vida y me mataran á mí! Si vuesa merced se huyera cuando yo me huí, no se viera hoy como se ve.
—Hermano Pedro de Tapia—le contestó Carbajal con su acostumbrado sarcasmo, pues que éramos tan grandes amigos, ¿por qué pecasteis contra la amistad y no me disteis aviso para que nos huyéramos juntos?
Un mercader, que se quejaba de haber sido arruinado por D. Francisco, empezó á insultarlo: —¿Y de qué suma le soy deudor?
— Bien montará á veinte mil ducados.
Carbajal se desciñó con toda flera la vaina de la espada (pues la hoja la había entregado á Pedro Valdivia al rendírsele prisionero), y alargándola al mercader le dijo: —Pues, hermanito, tome á cuenta esta vaina, y no me vengan con más cobranzas; que yo no recuerdo en mi ánima tener otra deuda que cinco maravedises á una bruja bodegonera de Sevilla, y si no se los pagué fué porque cristianaba el vino y me expuso á un ataque de cólicos y cámaras.
Cuando lo colocaron en un cesto arrastrado por dos mulas para sacarIo al suplicio, soltó una carcajada y se puso á cantar: «¡Qué fortuna! Niño en cuna, viejo en una! ; Qué fortuna!» Durante el trayecto, la muchedumbre quería arrebatar al condenado y hacerlo pedazos. Carbajal, haciendo ostentación de valor y sangre fría, dijo: —Ea, scñores, paso franco! No hay que arremolinarse y dejen hacer justicia.
Y en el momento en que el verdugo Juan Enríquez se peparaba á despachar á la víctima, ésta le dijo sonriendo: —Hermano Juan, trátame como de sastre á sastre.
Carbajal fué ajusticiado en el mismo campo de batalla el 10 de Abril, á la edad de ochenta y cuatro años. Al día siguiente hizo Gasca su entrada triunfal en el Cuzco.
He aquí el retrato moral que un historiador hace del infortunado maestro: «Entre los soldados del Nuevo Mundo, Carbajal fué sin duda el que poseyó más dotes militares. Estricto para mantener la disciplina, activo y