LOS DOS SEBASTIANES
No había en Lima, por los años de 1817, muchacha más pretendida que la linda Carmencita, hija única de la dos veces millonaria marquesa de X... Como se ve, no era ella de las que dicen: «Si me caso contigo me da mi madre un olivar que tiene puesto en el aire. » Según aparece del legajo núm. 9 del archivo del Consulado, entre loscoches y las 828 calesas que por entonces pagaban contribución fiscal, eran los vehículos de mi señora la marquesa los que figuraban en primera linea. Anualmente, el día de su cumpleaños daba la marquesa á sus amigos un almuerzo en Amaneaes, almuerzo de cuya esplendidez se hacían lenguas los limeños. Y á propósito de Amancaes, queremos consignar aquí que ese paseo (que se inaugura el día de San Juan y concluye el de San Miguel) data casi desde la fundación de Lima. En 1519 D. Andrés Cinteros, acaudalado minero de Potosí, vino á establecerse en Lima y fundó en el sitio donde más tarde se edificara el templo de Santo Tomás una capilla consagrada á San Juan de Letrán y en la cual se verificaba la recepción de los caballeros cruzados, los que después de la ceremonia de investidura iban á festejarla en Amancaes. La capilla, con sus privilegios nobiliarios, se trasladó después á palacio. Esto es cuanto sobre el origen del paseo á la pampa de Amancnes hemos alcanzado á sacar en limpio, y que está en armonía con una sucinta noticia que consigna El Mapa, pe riódico que se publicaba en Lima en 1843.
Sigamos nuestra interrumpida narración.
Tras de premisas tales, adivinar se deja que Carmencita tendría un car dumen de aficionados. Dos millones en perspectiva, despiertan el apetito.
Entre los pretendientes á la mano de la niña contábanse D. Sebastián de Apezechea y D. Sebastián de Encalada, caballeros ambos del hábito de Santiago. Era el de Apexechea hombre de cuarenta años, de aspecto nada simpático, de modesta fortuna y con fama de avaro. Jamás comió gallina por no desperdiciar las plumas, En cambio, el de Encalada era el reverso de la medalla. Mozo de treinta años, eleganto, rico y gastaba rumbosamente su dinero.
Los dos Sebastianes habían pedido á la marquesa la mano de su hija, y la anciana vacilaba en la elección. Lo acertado hubiera sido que, pnes