blos. Vamos á apuntar aquellas muestras de su ingenio que la tradición se ha encargado de transmitir hasta nosotros.
Mucho sentimos no encontrar manera pulcra de referir la historia de un calembourg que hizo de las voces papel y piedra, & propósito de un coronel apellidado Piedra, que envió á mala parte un billete que el obispo le dirigiera solicitando la libertad de un recluta.
Español y caballero es Piedra y tócale á él bacer uso de papel para Tal proceder no me arredra en semejante animal: yo soy indio, y como tal con Piedra.» La malicia del lector suplirá lo que nuestra pluma calla.
Cuando en 1814 estalló en el Cuzco la revolución encabezada por Pomacachua, proclamando la independencia del Perú, el obispo hizo ostentación de sus simpatías por la causa patriota. Así, al saber la derrota sufrida por el general realista Picoaga, única victoria que en esa tan sangrienta como desigual lucha alcanzaron los heroicos revolucionarios, dijo Armendáriz públicamente: —Dios sobre las causas que protege pone una mano; pero en favor de la proclamada por el Cuzco ha puesto las dos.
Vencidos al cabo los patriotas por el mariscal de campo D. Juan Ramírez y ajusticiados los caudillos Pomacagua y Angulo, cayó la ciudad nuevamente bajo la férula española, y Ramírez, hablando un día de laconducta revolucionaria del obispo, dijo: —Ese viejo chocho me parece que ha perdido la cabeza.
A poco, cumpliendo con un deber de etiqueta, fué el obispo á visitar á Ramírez, y al despedirse fingió dejar olvidado el sombrero. El mariscal salió á darle aleance en el patio, para entregarle el abrigo capital, y le dijo: —Mal anda esa cabeza, señor obispo.
Pérez Armendáriz contestó inmediatamente: Es cierto, mi general; aunque si bien considero, el que no tiene cabeza no necesita sombrero. » Pero si algo nos prueba, más que el talento, la elevación de espíritu del Sr. Pérez, es el siguiente sucedido.