zado con la política, todo inconveniente era parvedad de materia. Los cabildantes de Lima, que á la sazón vivían en lucha abierta con el virrey, azuzaban á López y le ofrecían no sólo el contingente de su influencia, sino también escritos de las primeras plumas del país. Además, el conde de la Vega del Ren, que era á las callandas el alma de la oposición, se comprometía á desatar la bolsa si llegaba el caso de que el editor nocesitase acudir á ella. El Peruano liberal no debía morir en proyecto. ¿Qué se habría hecho de López?
D. Tadeo buscó operarios, y como Dios le dió á entender, fundió tipos, empresa ardua y que hasta entonces jamás se había intentado en Lima. Y en justicia, pues tengo libritos impresos por López, debo apuntar que para ensayo la fundición salió bastante limpia.
Mérito y grande conquistóse López por haber sido el primero que implantara en el país la fundición de tipos. Los amigos tocaron mucho bombo, platillo y chinesco, y el ilustre Cabildo de esta ciudad de los reyes, haciéndoles coro, en protección á la industria y en homenaje al ingenio decretó una medalla de oro con brillantes, en cuyo anverso se veía un cóndor y en el reverso esta inscripción:
EL CABILDO DE LIMA
D. TADEO LÓPEZ.
PREMIO AL
MÉRITO.
AÑO DE 1813.
El Feruano liberal entró al fin en prensa. El artículo de fondo era una cantárida, como que lo había escrito sin encomendarse á Dios ni al diablo un muchacho fogoso, colegialito de San Carlos. Hablábase allí algo de autonomía y pueblo soberano, y de cadenas, y de águila caudal del pensamiento, y de Roma y de Esparta, y del buitre de Prometeo, y mucho de repiquetear nombres y símiles mitológicos, y aquello de las furias, del león ibero y de las tres centurias,» y todas esas frases de pirotécnica patrioters que echándolas á granel, sin orden ni concierto, producen, no un puchero ni una algarabía, sino un editorial del veintiocho de Julio.
La calle estaba llena de gente esperando la aparición del periódico; D. Tadeo iba y venía con cara de pascua y más hinchado que un pavo, dando órdenes á cajistas, tintador y prensista y....; pero mejor es que ceda aquí la palabra al Sr. de Mendiburu, que en el precioso artículo que consagra á Abascal en su Diccionario Histórico, dice: «D. Tadeo tomó el