destruída á golpe de martillo, enviándole por separado los diamantes. Sobre todo esto hubo reconvenciones del virrey y explicaciones del Cabildo.» Y López se quedó sin medalla, y para acabar de ridiculizarlo lo tomó á cargo el clérigo Larriva, poeta festivo de aquel tiempo. Con el título de La ridicules andando escribió Larriva un chistoso entremés, cuyo protagonista es el asendereado impresor, y una muy graciosa silva, titulada El reverso de la medalla, en la que también sale mal librado D. Tadeo.
Véase un fragmento de ésta: «Canto tu cara torva y de vinagre, tus cortos brazos y tu cuerpo tieso; canto tu boca, que es boca de bagre, tus ojos tuertos y nariz siu hueso.
Cántote vestidito con uniforme azul de cabildante, honor que pretendiera este maldito por la imprenta de que otro es fabricante.
Canto el final y digno paradoro que tuvo tu medalla el mismo día de habertela plantado; y aquí quiero poner fin al proemio, musa mía. »» D. Tadeo López vivía aún en la época de Salaverry y había reemplazado úño Veintemil en el empleo de ogro titular, traganiños ó cuco de la calle de Judíos, con la diferencia de que éste no fué cascarrabias, como D. Tadeo.