lleres Francisco Rodríguez, Pedro Blasco y Cristóbal Tovilla. No es, pues, de extrañar que, abundando los leguleyos trapisondistas, hayan salido los hijos de Arequipa aficionadillos á estudios jurídicos y á la chicana del foro. Quien lo hereda no lo hurta.
No tenía la villa un año de fundada cuando Carlos V, por cédula dede diciembre de 1540 la elevaba á la categoría de ciudad, dándola escudo de armas, en el que se ve un grifo que en la mano trae una bandera, en la cual se lee esto mote: Del Rey.
Nada entendido en heráldica el demócrata que esto escribe, atiénese á la explicación que sobre tal alegoría da un cronista. Dice que la inscripción de la bandera expresa la posesión que el rey tomó de Arequipa, y que al colocar aquélla, no bajo los pies, sino en la mano del grifo, quiso el monarca manifestar su aprecio por la ciudad, no pisándola como á vasalla, sino dándola la mano como á favorecida. Si hay quien lo explique mejor, que levante el dedo.
Por la conducta que observó Arequipa en las guerras civiles de los conquistadores, mereció de Felipe
II,
entre otras distinciones, el título de Noble y Leal.
Hablando de las aristocráticas pretensiones de los arequipeños, y con carácter de proverbio, decíase en Lima: Arequipa ciudad de dones, pendones y muchachos sin calzones; y si no miente D. Bernardino de Pimentel, duque de Frías, he aquí el origen del refrán, tal como lo relata en un librejo que lleva por título Deleite de la discreción. El ejemplar que he consultado se encuentra en la Biblioteca Nacional.
Diz que á la puerta de una posada se hallaba un muchacho vestido de harapos, en circunstancias de llegar caballero en briosa mula un fraile de campanillas, el cual dirigiéndose al mozalbete, dijo: —Mancebo, téngame el estribo y darle un real de cruz.
Ofendióse el de los harapos y contestó: —Padre, mida sus expresiones y sépase que habla con D. Fulano de Tal, de Tal y de Tal.
Y vomitó hasta una docena de apellidos. A lo que el fraile contestó con mucha flema: —Pues Sr. D. Fulano de Tal, de Tal y de Tal, vuesa merced se vista como se llama ó llámese como se viste.
Y si ello es embusto ó invención, no me pidan cuenta los arequipeños, que es el duque y no yo quien lo refiere.
Si he traído á cuento este cardumen de datos históricos, ha sido tanto por hacerlos populares cuanto porque en la tradición que voy á contar campea Alonso de Luque (á quien he ya nombrado entre los fundadores), conocido por el ahijado de la Providencia.