+ —¿Y Francia? ¿Qué tal se portó con usted? ¿Es bajo? ¿Es alto? ¿Es feo? ¿Es buen mozo? En fin, díganos algo.
—¿Qué les he de decir, si yo no he conocido al dictador, ni he pasado del patio de su casa, ni visto de la ciudad sino cuatro ó cinco calles, y eso al galope, más tristes que un cementerio?
El despotismo extravagante del doctor Francia estuvo más arriba que la curiosidad burlesca del Libertador.
IV
La biografía del dictador paraguayo y las vagas noticias que de las atrocidades que ejecutó han llegado hasta nosotros los peruanos, dan á ese personaje y á su pueblo un no sé qué de inverosimil y fabuloso. El libro del médico suizo Kengger, ol del literato español D. Ildefonso Bermejo, el del inglés Robertson y el opúsculo del argentino D. Pedro Somellera, enemigo político y personal del doctor Francia, era cuanto medianamente autorizado podíamos consultar para formarnos concepto del Paraguay y del régimen dictatorial que, á poco de la caída en 1811 del gobernador español D. Bernardo Velasco, implantara un doctor en teología.
Realizada la independencia del Paraguay, se confirió el gobierno del país á dos cónsules: el comandante D. Fulgencio Yegros, que se sentaba en un cómodo sillón de vaqueta llamado la curul de Pompeyo, y el doctor D. Gaspar Rodríguez Francia, que ocupaba la curiel de César.
En 1814 César echó la zancadilla á Pompeyo, y se erigió dictador.
Desde ese momento—dicen sus imparciales biógrafos Rengger y Longchamp Francia cambió de vida, abandonando por completo el juego y las mujeres, y ostentando, hasta la muerte, la mayor austeridad de costumbres en su existencia doméstica. » En los primeros años de su gobierno, el dictador profesaba la doctrina de la inviolabilidad de la vida humana: no levantaba cadalsos, pero aplicaba ol tormento á sus eneinigos, y hacía ostentación de refinada crueldad. Pidió un preso que se le mandase cambiar de grillos, y Francia contestó: eSi quiere esa comodidad, que se los haga fabricar y que le cuesten su plata.» Corriendo los tiempos, rara fué la semana en que, por lo menos, no decretara un fusilamiento.
Llama la atención que habiéndose Francia educado para sacerdote, hubiera estimado en poco á la gente de iglesia; si bien la mayoría de ésta, en el Paraguay, era corrompidisima. El prior de los dominicos se jactaba de ser padre de veintidós hijos, y eso tuvo en cuenta el mandatario para decretar la secularización de los frailes y aun para pretender la