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Página:Tradiciones peruanas - Tomo III (1894).pdf/74

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Tradiciones peruanas

pusieron al corregidor en el compromiso de ir con sus corchetes á meter paz, abandonando la custodia de la dama.

Los curiosos corrían en dirección á la plaza, y apenas podía caminar doña Francisca apoyada en el brazo de su marido.

En este barullópolis un indio pasó á todo correr, y al enfilar con la señora, levantó el brazo armado de una navaja é hízola en la cara un chirlo como una Z, cortándola mejilla, nariz y barba.

Entre la obscuridad, tropel y confusión, se volvió humo el infame corta—rostro.

II

Como era natural, la justicia se echó á buscar al delincuente, que fué como buscar un ochavo en un arenal, y el alcalde del crimen se presentó el lunes de Pascua en casa de doña Catalina, presunta instigadora del crimen.

Después de muchos rodeos y de pedirla excusa por la misión que traís, y á la que sólo sus deberes de juez lo compelieran, la preguntó si sabía quiénes eran los que en la noche del Jueves Santo habían acuchillado á doña Francisca Marmolejo.

—Si lo sé, señor alcalde, y también lo sabe su señoría—contestó la viuda sin inmutarse.

—¿Cómo que yo lo sé? ¿Es decir, que yo soy cómplice del delito?—interrumpió amostazado el alcalde D. Valentín Trucíos.

—No digo tanto, señor mío—repuso sonriendo doña Catalina.

—Pues concluyamos: ¿quién ha herido á esa señora?

—Una navaja manejada por un brazo.

—Eso lo sabía yol—murmuró el juez.

—Pues eso es también lo que yo sé.

La justicia no pudo avanzar más. Sobre doña Catalina no recaían sino presunciones, y no era posible condenarla sin pruebas claras.

Sin embargo, las dos rivales siguieron pleito mientras les duró la vida; y aun creo que algo quedó por espulgar en el proceso para sus hijos y nietos.

Esto no lo dice D. Joaquín María Ferrer, capitán del regimiento Concordia de Lima y más tarde ministro de Relaciones exteriores en España, bajo la regencia de Espartero, que es quion, en un curioso libro que públicó en 1829, garantiza la verdad de esta tradición; pero es una sospecha mía, y muy fundada, teniendo en cuenta que muchos litigan más por el fuero que por el huevo.