TRADICIONES PERCANAS
quisieran remover la piscina, los arequipeños se acogerian á la prescripción y pleito concluído.
II
Muy de mañana iba fray Tiburcio á confesar una hermana en Cristo, cuando al llegar á la esquina de la Alcantarilla se encontró detenido por un compacto grupo de personas ocupadas en leer un cartel. Aunque con él, por su carácter sacerdotal, no iban ni venían los bandos de la antoridad, sin embargo, bueno era imponerse y salir de curiosidad. Calóse los espejuelos y vió que aquello no era bando, sino un pasquín que, á la letra, así decía: «El fraile que á guardanía aspira de San Francisco, es hijo de un berberisco ahorcado en Andalucia.
Es más tragón que una arpfa; bebe al día tres botellas; el vicio va tras sus huellas; es más sucio que una tripa, y se ocupa en Arequipa en descomputer doucellas.» El reverendo no necesitó cavilar mucho para conocer de dónde venía el golpe. Así, volviéndose al grupo de curiosos que lo miraban con cierta sonrisa maligna, dijo con aparente humildad: —Hermanos, hagan la caridad de despegar ese papel. ¡Sea todo por Dios: Estas son bufonerías de Pacorro.
El andaluz tenía tan sentada su faina de maldiciente, que al oir los del corro que el pasquín era hijo de tal padre, convinieron todos en que lo es crito no podía ser sino un fárrago de calumnias, y entre los que allí estaban, un nocetón, alto como un tambor mayor, se empinó sobre las puntas de los pies y dospegó el papel.
Fray Tiburcio lo dobló cuidadosamente, y después de besarlo lo guardó en la manga, diciendo: —Hermanitos, pidan conmigo i Dios que tenga misericordia de ese pobre pecador que así injuria á los ministros del altar.
Y el franciscano continuó su camino, dejando al grupo maravillado de tanta y tan cristiana mansedumbre.
Fray Tiburcio, como se ve, sabía esconder las uñas, El no habría podido decir como D. Gaspar de Villarroel, el sabio obispo de Arequipa que escribió Los dos cuchillos: entréme fraile; pero la frailería no entró en mí.»