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Página:Tradiciones peruanas - Tomo III (1894).pdf/89

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Ricardo Palma

á la hidra de la anarquía; pero se equivocó de medio á medío. La revolución estaba latente en la frailería.

Llegó la nochebuena de la Pascua de diciembre, y los demagogos resolvieron dársela mala á su paternidad.

En efecto, después de las once de la noche se arrnó la gorda. Trescientos hombres entre frailes, novicios, legos, devotos y demnás muchitanga que en esos tiempos habitaba claustros, se encaminaron en tropel á la celda del comisario y pegaron fuego á las puertas, gritando desaforaflamente: «; Juez de patarata, quémate como rata!

Fraile de cuernos, anda á arder en los infiernos!» Afortunadamente para fray Marcos, un lego le dio aviso de la trama, dos minutos antes de estallar la tempestad, y apenas si tuvo tiempo su paternidad para escapar á medio vestir por el techo, y dejarse caer al patio de una casita en la calle de la Barranca, y de allí encaminarse & Palacio para poner en conocimiento de su excelencia lo que ocurría.

No tuvo igual dicha el fraile que, en calidad de secretario, acompañaba á Terán y que habitaba con él en la misma celda. El infeliz murió achicharrado.

Entretanto, el gobierno había mandado tocar á rebato, y todo era carreras y laberinto por esas calles. Se mandó venir del Callao tres compañías de las encargadas de la custodia del presidio, y con ellas y la tropa existente en Lima ocupó el virrey la plazuela de San Francisco.

Las calles vecinas estaban invadidas por el pueblo, que abiertamentesimpatizaba con los incendiarios.

Los frailes, encerrados en su convento ó fortaleza, no se habían echado á dormir sobre sus laureles, sino que con gran actividad hacían aprestos de guerra, y armados de trabuquillos y piedras coronaban las torres.

Así las cosas, á las nueve de la mañana dispuso el gobierno que dos compañías escalasen el convento por las calles del Tigro y de la Soledad, mientras el grueso del ejército permanecía en la plazuela, llamando la atención del enemigo y listo para acudir al sitio donde las peripecias del combate lo reclamaran.

Aquella estrategia del virrey arzobispo habría dado envidia á Napoleon 1.

Los frailes, bisoños en el arte de la guerra, que ciertamente no es mascujar el latín de un libro de horas, se hallaron, cuando menos lo espera ban, con el enemigo dentro de casa, á retaguardia y por su flanco; pero