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Tradiciones peruanas

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102 que es atribuído á D. Bernardino Ruiz, literato de esa época en que brillaban D. Hipólito Unanue, Valdez y el festivo clérigo Larriva.

«Lloren las musas con acerbo llanto el desgraciado fin de la que un día, á Melpomene grata y á Talia, do nuestra escena fué lustre y encanto.

Su primor y despejo pudo tanto para darla opinión y nombradís, que el culto espectador ya se creía pasar desde el placer hasta el espanto.

En la flor de su edad encantadora, osó en vano apagarle su luz pura y el sepulcro le abrió mano traidora.

Pues, por vengarla, de esta losa dura labró el genio un altar en donde mora el talento, la gracia y la hermosura.» El soneto no es, en verdad, la octava maravilla; pero lo consignamos á guisa de comprobante histórico.

VII Rafael Cebada, después de perpetrar el asesinato, tomó asilo en el convento de los descalzos. Grande fué la sensasión que su crimen produjo en los habitantes de Lima, que reclamaban el pronto castigo de quien con tanta crueldad había dado muerte á la actriz favorita del público.

Pero los días volaban, y no se habría alcanzado á descubrir el paradero del asesino sin una circunstancia providencial.

Recordará el lector que Cebada, pocos momentos antes de penetrar en casa de Paca, compró un billeto de lotería. Cinco días después hízose la extracción, y el billete resultó agraciado. Cebada mandó llamar con un lego del convento á su amigo el actor Manuel García y le entregó el número, encargándole el cobro de la suerte. El infeliz soñaba proporcionarse con ese dinero los precisos recursos para huir de Lima.

Los amigos se parecen á las navajas de barba: sale una buena entre diez.

García se dirigió sin vacilar á casa de D. Juan Bautista do Lavalle y le denunció el asilo de Cebada, de donde fué extraído después de largas tramitaciones y formal resistencia del prelado.

D. Juan Bautista de Lavallo fué el primer alcalde ordinario que tuvo Lima por elección del pueblo. La Constitución dictada por las Cortes es-