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Ricardo Palma

y á tiempo que hería á uno de los conjurados, que Rada había empujado sobre él, Martín de Bilbao le acertó una estocada en el cuello.

El conquistador del Perú sólo pronunció una palabra: «¡Jesús!» y cayó, haciendo con el dedo una cruz de sangre en el suelo y besándola.

Entonces Juan Rodríguez Barragán le rompió en la cabeza una garrafa de barro de Guadalajara, y D. Francisco Pizarro exhaló el útimo aliento.

Con él murieron Martín de Alcántara y los dos pajes, quedando gravemente herido Ortiz de Zárate.

Quisieron más tarde sacar el cuerpo de Pizarro y arrastrarlo por la plaza; pero los ruegos del obispo de Quito y el prestigio de Juan de Rada estorbaron este acto de bárbara ferocidad. Por la noche dos humildes servidores del marqués lavaron el cuerpo; le vistieron el hábito de Santiago sin calzarle las espuelas de oro, que habían desaparecido; abrieron una sepultura en el terreno de la que hoy es catedral, en el patio que aún se llama de los Naranjos, y enterraron el cadáver. Encerrados en un cajón de terciopelo con broches de oro se encuentran hoy los huesos de Pizarro bajo el altar mayor de la catedral. Por lo menos tal es la general creencia.

Realizado el asesinato, salieron sus autores á la plaza gritando: «¡Viva el rey!; Muerto es el tirano! ¡Viva Almagro! Póngase la tierra en justicia!» Y Juan de Rada se restregaba las manos con satisfacción diciendo: «¡ Dichoso día en el que se conocerá que el mariscal tuvo amigos tales que supieron tomar venganza de su matador!» Inmediatamente fueron presos Jerónimo de Aliaga, el factor Illán Suárez de Carbajal, el alcalde del Cabildo Nicolás de Ribera el Viejo y muchos de los principales vecinos de Lima. Las casas del marqués, de su hermano Alcántara y de Picado fueron saqueadas. El botín de la primera se estimó en cien mil pesos, el de la segunda en quince mil pesos y el de la últina en cuarenta mil.

A las tres de la tarde, más de doscientos almagristas habían creado un nuevo Ayuntamiento; instalado á Almagro el Mozo en palacio con título de gobernador, hasta que el rey proveyese otra cosa; reconocido á Cristóbal de Sotelo por su teniente gobernador, y conferido á Juan de Rada el mando del ejército.

Los religiosos de la Merced quo, así en Lima como en el Cuzco, eran almagristas, sacaron la custodia en procesión y se apresuraron á reconocer el nuevo gobierno. Gran papel desempeñaron siompre los frailes en las contiendas de los conquistadores. Ilúbolos quo convirtieron la cátedra def Espíritu Santo en tribuna de difamación contra ol bando que no era de sus simpatías. Y en prueba de la influencia que sobre la sol·ladesca tenian los sermones, copiaremos una carta que en 1553 dirigió Francisco Girón al padre Baltasar Melgarejo. Dice así la carta: