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UNA CARTA DE INDIAS (A D. Manuel Tamayo y Baus, de la Academia Española) El licenciado D. Cristóbal Vaca de Castro, nacido en Mayorga en 1492, hallábase en 1540 ejerciendo el cargo de oidor en la Audiencia de Valladolid, cuando llegó á España la nueva del triste fin de D. Diego de Almagro el Viejo y de las turbulencias habidas en el nuevo reino de Granada entre Benalcázar y Andagoya. El emperador, después de investir á Vaca de Castro con el hábito de Santiago, lo comisionó para venir á poner orden en estos sus reinos del Perú y Nueva Granada y examinar las acusaciones levantadas contra Pizarro y el adelantado Benalcázar. A su llegada á Popayán, recibió el juez pesquisador la noticia del asesinato del marqués y consiguiente revolución de Almagro el Mozo; y dando de mano á todo otro encargo, púsose el licenciado en camino para Quito, levantando bandera por el rey.

Preciso es confesar que Carlos anduvo desacertado en la elección; pues el nombrado no poseía la entereza y bríos, sagacidad y pureza de Gasca. En la batalla de Chupas, donde se batió recio el cobre, estuvo el señor licenciado asustadizo y á punto de huir el bulto; y después del triunfo no pensó más que en medros y granjerías, rellenando la hucha, sin temor á Dios ni al rey.

En la relación que, fechada en el Cuzco á 24 de noviembre de 1542, envió al emperador dándole cuenta del éxito de la batalla, estampa Vaca de Castro estas palabras: «Ansí mismo el mensajero que envío suplicará