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Tradiciones peruanas

qués de Mondéjar, Comisionó á su hijo D. Francisco para que recorriendo el Cuzco, Chucuito, Potosí y Arequipa, formulase un informe sobre las necesidades de la raza indígena; nombró á Juan Betanzos para que escribiera una historia de los incas; creó la guardia de alabarderos; dictó algunos juiciosas ordenanzas sobre policía municipal de Lima, y castigó con rigor á los duclistas y sus padrinos. Los desafíos, aun por causas ridículas, eran la moda de la época y muchos se realizaban vistiendo los combatientes túnicas color de sangre.

Provechosas reformas se proponía implantar el buen D. Antonio de Mendoza. Desgraciadamente, sus dolencias einbotaban la energía de su y la muerte lo arrebató en julio de 1552, sin haber completado diez meses de gobierno. Ocho días antes de su muerte, el 21 de julio, se oyó en Lima un espantoso trueno, acompañado de relámpagos, fenómeno que desde la fundación de la ciudad se presentaba por primera vez.

III

Al siguiente día D. Cristóbal de Agüero, que tal era el nombre del soldado, se presentó ante el capitán de los tercios tucumanos, D. Alvaro Castrillón, diciéndole:

—Mi capitán, ruego á usía me conceda licencia para dejar el servicio.

Su majestad quiere soldados con honra, y yo la he perdido.

D. Alvaro, que distinguía mucho al de Agüero, le hizo algunas observaciones que se estrellaron en la inflexible resolución del soldado. El capitán accedió al fin á su demanda.

El ultraje inferido á D. Cristóbal había quedado en el secreto; pues el alcalde prohibió á los carceleros que hablasen de la azotaina. Acaso la conciencia le gritaba á D. Diego que la vara del juez le había servido para vengar en el jugador los agravios del galán, Y así corrieron tres meses, cuando recibió D. Diego pliegos que lo llamaban á Lima para tomar posesión de una herencia; y obtenido permiso del corregimiento, principió á hacer sus aprestos de viajo.

Paseábase por Cantumarca en la víspera de su salida, cuando se le acercó un embozado, preguntándole:

—Mañana es el viaje, seiior licenciado?

Le importa algo al muy impertinente?

—¿Que si me importa? ¡Y mucho! Como que tengo que cuidar esas orejas.

Y el ombozado se perdió en una callejuela, dejando á Esquivel en un mar de cavilaciones.