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UN PRONÓSTICO CUMPLIDO CRÓNICA DE LOS VIRREYES MARQUES DE CAÑETE Y CONDE DE NIEVA I Ni la tragedia de Saxahuamán, en que se levantó el cadalso para el muy magnifico D. Gonzalo Pizarro y su bravo maese de campo Francisco de Carbajal, ni el sangriento fin del capitán Francisco Girón, ahorcado algunos años después en la plaza de Lima, alcanzaron á extinguir en el virreinato los motivos de civil discordia. En todos los pueblos del Perú existían dispersos y prontos á ponerse en combustión, tan luego como apareciese un hombre audaz y con sobrada inteligencia para darles dirección, infinitos elementos de anarquía.

Carlos V, en vísperas de encerrarse ya en el monasterio de Yuste y en vista de los circunstanciados informes que recibió de las colonias, llegó á convencerse del peligro en que estaba de perder con el Perú el más bello florón de su corona. Para conjurar la amenazadora tormenta, confirió amplios poderes á D. Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, y el título de virrey que el conde de Casa Palma no había querido admitir. No se engañó el monarca en la elección de su representante, de quien dice un concienzudo historiador que unía la prudencia de Gasca á la entereza de Blasco Núñez de Vela.