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Tradiciones peruanas

Antes de hacer su entrada en Lima, entrada que se verificó con solemnidad no vista hasta entonces, pasó el marqués de Cañete un oficio al Cabildo, en el cual daba á sus miembros el tratamiento de nobles señores.

Andrés Hurtado de Mendoza tercer virrey del Perú Su antecesor el débil D. Antonio de Mendoza los había acostumbrado al título de muy nobles señores. Alguna agitación produjo el oficio entre los cabildantes, azuzándola los tenientes de la rebeldía de Girón, que persistían en traer revuelto al país. Uno de los sempiternos bochincheros, Martín de Robles, dijo en pleno Cabildo: «Que venga el señor virrey, que ya le enseñaremos á tener crianza.»» Y en efecto, llegó el virrey, y su primer paso fué cortar por lo sano mandando matar á todos los trastornadores, inclusive Robles, dándosele un bledo del indulto que les había acordado la Real Audiencia por sus pasados extravíos.

Estos actos de severa justicia y la sagacidad con que supo atraerse al inca D. Cristóbal Sayri Tupac, heredero del imperio de Atahualpa y que desde la sierra mantenía en alarma á los españoles, pusieron á raya á los turbulentos, y D. Andrés pudo consagrarse con tranquilidad á la organización del virreinato. Cuentan que convidado D. Cristóbal á un banquete que en obsequio suyo dió el arzobispo, tomó entre los dedos una hilacha del fleco del mantel y dijo, aludiendo á que sólo se le había dejado el cacicazgo de Urubamba: «Todo el mantel fué mío, y hoy apenas si es mía esta hilachita.» Datan de esta época las fundaciones de la villa de Cañete y de la ciudad de Cuenca.

Por entonces se ensayó desaguar la célebre laguna de Urcos con el propósito de extraer de ella la cadena de oro del inca; se trajeron del Cuzco las momias de varios monarcas, á las que se enterró en un patio del hospital de San Andrés, y se celebraron con mucha pompa en toda América los funerales del emperador Carlos V.

Pero el marqu de Cañete, á quien tanto debía su soberano, confiaba demasiado en el reconocimiento de l'elipe II. Los enemigos que por llenar su misión se había creado eran numerosos é influyentes en la corte, y alcanzaron del ingrato monarca que D. Andrés fuese relevado desairosa-