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Ricardo Palma

sos reglamentos sobre salarios, trabajo de indios y de negros, minas, cacicazgos y otros muchos importantes ramos de gobierno, hacen memorable la época de D. Luis de Velazco, á quien Felipe III acordó el título de marqués de Salinas, á la vez que lo trasladaba nuevamente al vi rreinato de Méjico.

III

S181CAYA Después de la desolación de San Pedro—Mama, informados el virrey Velazco y el arzobispo Santo Toribio de que los cuatro mil indios de Sisicaya profesaban la misma idolatría, resolvieron enviar cinco misioneros para que ayudasen al cura en la conquista de almas. Concertados los naturales, sorprendieron una noche al cura y lo mataron á azotes. En seguida degollaron á los misioneros.

After I don Luis deve La casa del cura se hallaba situada a la entrada de la plaza; y hoy mismo, á pesar de los siglos que han pasado y de la despreocupación de los espíritus, nadie se atreve á habitarla. Dice el vulgo que es arriesgado pasar de noche por ella, pues por una de sus ventanas suele aparecerse una mano con el puño cerrado, el cual deja caer pesadamente sobre la cabeza del indiscreto transeunte.

Luis de Velazco, noveno virrey del Perú Cuando al día siguiente se supo en Lima el martirio del párroco y de los misioneros, mandó el virrey tropa y un sacerdote que pronunciase la excomunión. Como los de San Pedro—Mama, los criminales de Sisicaya habían desaparecido para buscar refugio en las montañas, y sus descendientes, como los de aquéllos, militaron en el ejército de Tupac—Amaru.

Los de Sísicaya escondieron también las alhajas de la iglesia, entre las que se contaba una campanilla de oro de una tercia de altura, obsequio de Gonzalo Pizarro, y que se usaba tan sólo en la misa de grandes festividades. Júzgase que esa riqueza esta enterrada en la quebrada del cerro fron-