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Tradiciones peruanas

Las tormentas hicieron variar de rumbo y dispersaron á los holandeses; y uno de sus buques, desmantelado y en trance de zozobrar, arrió bandera y se entregó á las autoridades de Chile. Nuestra escuadra fué también casi deshecha por los temporales, naufragando la capitana y ahogándose en ella D. Juan de Velazco, el hermano del virrey.

Ignorábase aún esta desgracia, cuando el 18 de febrero de 1601 se turbó el regocijo del Carnaval por sentirse en la costa frecuentes detonaciones, y fué unánime la presunción de que estaba empeñado un combate naval entre las escuadras. En Lima, cuya población, según el censo del año anterior, subía á 14.262 habitantes, hubo plegarias y procesión de penitenc pidiendo á Dios ol triunfo de los realistas. Pocos días después se supo que Arequipa y muchos pueblos habían sido destruídos por la erupción del volcán de Omate ó Huaina—Putina.

A la vez en todo el virreinato los indios hacían un supremo esfuerzo para romper el yugo de los conquistadores. Los araucanos se sublevaban en noviembre de 1599, y daban muerte al gobernador de Chile Onez de Loyola. Sin la energía del alcalde de Lima D. Francisco Quiñones, casado con una hermana de Santo Toribio, que fué enviado con tropas á Chilc, habrían recuperado todo el territorio. En el Norte, los gíbaros siguieron el ejemplo de los araucanos. Ambas tribus se hicieron temer de los españoles, y desde entonces llevan vida independiente y extraña á la civilización.

En Puno y en los Charcas las autoridades no descansaban en tomar medidas para estorbar la insurrección que amenazaba hacerse general en el país. Esta leyenda comprueba que a las puertas de Lima estaba en pie la protesta contra la usurpadora dominación.

Fundóse en esta época y á inmediaciones del monasterio de Santa Clara la casa de Divorciadas, para recogimiento de mujeres de vida alegre; pero fué tanto lo que alborotaron las monjitas protestando contra la vecindad, que hubo necesidad de complacerlas trasladando el refugio á la que aún se llama calle de las Divorciadas, cerca de la Encarnación.

Por entonces se recibió la real cédula derogatoria de otra que prohibía la plantación de viñas en América y mandaba arrasar las existentes. Esta derogatoria se debió á los esfuerzos de un jesuita del convento de Lima.

Cuentan que un hidalgo, con fama de tahur incorregible, presentó un memorial solicitando se le acudiese con un empleo de hacienda que había vacado, y que el virrey puso de su mano y letra esta providencia: «No debo arriesgarlo á que jueguo la hacienda do Su Majestad, como ha jugado la propia. Enmiéndese y proveeráse. » La creación de un fiscal protector de indios en las Audiencias, juicio-