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Tradiciones peruanas

que habían acorralado en la popa á los piratas que se batían desesperadamente.

Viendo D. Rodrigo la imposibilidad de hacer frente a los que venían en auxilio de la almiranta, mandó desprender los garfios de abordaje, abandonar la cubierta de la nave holandesa y asilarse en la ca pitana.

Para colmo de desastre el incendio estalló en ésta, y á fin de salvarse de la explosión de la santabárbara tuvieron nuestros infortunados marinos que arrojarse al agua. De seiscientos hombres de nuestra escuadra perecieron ahogados ciento sesenta, y ciento diez al filo de las hachas de abordaje. El dominico fray Luis Tenorio y el franciscano fray Alfonso Trujillo murieron en el combate.

La célebre doña Catalina de Erauzo, conocida por la monja alférez, se arrojó al mar junto con un fraile franciscano. Los piratas los tomaron prisioneros y al cabo de un mes los desembarcaron en Paita.

Dos días después la escuadra holandesa estaba en el Callao.

En Lima el pánico se había apoderado de los espiritus, y el mismo virrey—dice un historiador—dudaba de encontrar cien hombres dispuestos á morir á su lado; pues razones de política desconfianza le impedían armar á los indios y á los esclavos.

El Sacramento estaba descubierto en los templos invadidos por el pueblo, y la que fué más tarde Santa Rosa de Lima rogaba en Santo Domingo por los hijos del Perú.

Si Spitberg hubiera desembarcado, habría sido muy débil la resistencia que le opusiera el cañón de crujía (pieza única que artillaba el Callao), con el que el padre Hernando Gallardo, de la orden seráfica, hizo algunos disparos, sin causar avería á los buques holandeses.

Pero el pirata cambió repentinamente de propósito y se alejó del Callao, continuando el saqueo de la costa.

IV

I El conde de la Granja, en el canto XII de su poema Santa Rosa de Lima, describe con mucha animación y abundancia de pormenores el combate naval de Cañete, nombrando á todas las personas notables que se encontraron á bordo. En esc canto hay octavas cuya entonación es verdaderamente épica.

D. Pedro de Peralta, en su Lima fundada, habla también, aunque con