Página:Tradiciones peruanas - Tomo I (1893).pdf/210

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
204
Tradiciones peruanas

Diz que volvió al templo al siguiente día, y recogió la querella proveída con un decreto marginal de Como se pide: se hará justicia. Y así pasaron tres meses, hasta que un día amaneció frente á la casa una horca y pendiente de ella el cadáver del excomulgado, sin que nadie alcanzara á descubrir los autores del crimen por mucho que las sospechas recayeran sobre el clérigo, quien supo, con numerosos testimonios, probar la coartada.

En el proceso que se siguió declararon dos mujeres de la vecindad que habían visto un grupo de hombres cubezones y chiquirriticos, vulgo duendes, preparando la horca; y que cuando ésta quedó alzada, llamaron por tres veces á la puerta de la casa, la que se abrió al tercer aldabonazo.

Poco después el almirante, vestido de gala, salió en medio de los duendes, que sin más ceremonia lo suspendieron como un racimo.

Con tales declaraciones la justicia se quedó á obscuras, y no pudiendo proceder contra los duendes, pensó que era cuerdo el sobreseimiento.

Si el pueblo cree como artículo de fe que los duendes dieron fin del excomulgado almirante, no es un cronista el que ha de meterse en atolladeros para convencerlo de lo contrario, por mucho que la gente descreída de aquel tiempo murmurara por lo bajo que todo lo acontecido era obra de los jesuítas, para acrecer la importancia y respeto debidos al estado sacerdotal.

III

El intendente y los alcaldes del Cuzco dieron cuenta de todo al virrey, quien después de oir leer el minucioso informe le clijo á su secretario:

—¡Pláceme el tema para un romance moruno! ¿Qué te parece de esto, mi buen Estúñiga?

—Que vuecelencia debe echar una mónita á esos sandios golillas que no han sabido hallar la pista de los fautores del crimen, —Y entonces se pierde lo poético del sucedido—repuso el de Esquilache sonriéndose.

—Verdad, señor; pero se habrá hecho justicia.

El virrey se quedó algunos segundos pensativo; y luego, levantándose de su asiento, puso la mano sobre el hombro de su secretario:

— Amigo mío, lo hecho está bien hecho; y mejor andaría el mundo si, en casos dados, no fuesen leguleyos trapisondistas y demás cuervos de Temis, sino duendes los que administrasen justicia. Y con esto, buenas noches y que Dios y Santa María nos tengan en su santa guarda y nos libren do duendes y remordimientos.