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Tradiciones peruanas

de Escribanos detúvola el cochero, esperando acaso que algunos oficiosos quitasen las tablas que servían de barrera; mas, viendo que nadie atendía á separar estorbos, asomó D. Gonzalo la cabeza y comunicó órdenes al fámulo. Entonces éste volvió bridas, penetró el coche por la puerta principal del palacio de gobierno y, saliendo por la de la cárcel de corte, enderczó por el puente al convento de los Descalzos.

Antes de que sepamos lo que impulsó al arzobispo á inferir tamaño desaire al Cabildo de la muy leal y tres veces coronada ciudad de los reyes y á tomar por vía pública la casa de gobierno, será bien que hagamos conocimiento con el Excmo. Sr. D. Diego Fernández de Córdova, marqués Guadalcázar, conde de Posadas, y décimotcrcio virrey del Perú por S. M. D. Felipe IV.

II

Sabido es que para los virreyes de Méjico fué siempre un ascenso el gobierno del Perú, y tanto que durante dos siglos fué el sueldo de éstos mayor que el de aquéllos. Así entre los cuarenta virreyes que nos rigie ron, habían hecho en tierra de Motezuma el aprendizaje del mando los marqueses de Mondéjar, de Alcañices, de Salinas, de Montesclaros y de Guadalcázar, así como los condes de Alba, de Salvatierra y de la Monclova, Guadalcázar disfrutaba en Méjico de veinte mil ducados al año, recibiendo en el Perú un aumento de diez mil.

El de Guadalcázar vino, pues, de Méjico á reemplazar al príncipe de Esquilache, haciendo su entrada en Lima en julio de 1622; y en verdad que Felipe IV no pudo dar al virrey poeta más digno sucesor.

En los libros del Cabildo de Lima se encuentra una minuciosa relación del magnífico recibimiento que hizo la ciudad á su excelencia y á sus hijas doña Mariana y doña Brianda, la que fué más tarde en España condesa de Casa Palma.

La eficacia de sus medidas extirpó en Potosí el bando de los Vicuñas que durante algunos añios había traído revuelto y ensangrentado el mineral; y sólo el genio y el valor del marqués pudieron impedir que se apoderase de Lima el pirata Jacobo L'Heremite, que por cinco meses bloqueó el Callao con una escuadra de trescientos cañones y mil setecientos hombres de desembarco. A la vez los araucanos se rebelaron, y su excelencia envió contra ellos con muy buen éxito una expedición, dándola por general á su hermano D. Luis Fernández de Córdova.

Dependiendo Panamá del virreinato del Perú, suscitábanse con frecuencia cuestiones a las que el virrey, por la distancia, no podía po-