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Ricardo Palma

depositaba raíces de cascarilla. Con su descubrimiento vino á Lima y lo comunicó á un jesuíta, el que, realizando la feliz curación de la virreina, hizo á la humanidad mayor servicio que el fraile que inventó la pólvora.

Los jesuítas guardaron por algunos años el secreto, y á ellos acudía todo el que cra atacado de tercianas. Por eso, durante mucho tiempo, los polvos de la corteza de quina se conocieron con el nombre de polvos de los jesuítas.

El doctor Scrivener dice que un médico inglés, Mr. Talbot, curó con la quinina al príncipe de Condé, al delfín, á Colbert y otros personajes, vendiendo el secreto al gobierno francés por una suma considerable y una pensión vitalicia, Linneo, tributando en ello un homenaje á la virreina condesa de Chinchón, señaló á la quina el nombre que hoy le da la ciencia: Chinchona.

Mendiburu dice que al principio encontró el uso de la quina fuerte oposición en Europa, y que en Salamanca so sostuvo que caía en pecado mortal el médico que la recetaba, pues sus virtudes eran debidas á pacto de los peruanos con el diablo.

En cuanto al pueblo de Lima, hasta hace pocos años conocía los polvos de la corteza de este árbol maravilloso con el nombre de polvos de la condesa (1).

(1) La primera esposa del conde de Chinchón llamóse doña Ana de Osorio, y por muchos se ha creido que fué ella la salvada por las virtudes de la quina. Un interesaute estudio histórico publicado por D. Félix Cipriano Zegarra en la Revista Peruana en 1879, nos ha convencido de que la virreina que estuvo en Lima se llamo doúa Francisca Henriquez de Ribera. Rectificamos, pues, cou esta nota la grave equivocación en que habíamos incurrido.