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UNA VIDA POR UNA HONRA CRÓNICA DE LA ÉPOCA DEL DÉCIMOQUINTO VIRREY DEL PERÚ I Doña Claudia Orriamún era por los años de 1640 el más lindo pimpollo de esta ciudad de los reyes. Veinticuatro primaveras, sal de las salinas de Lima y un palmito angelical han sido siempre más de lo preciso para volver la boca agua á los golosos. Era una limeña de aquellas que cuando miran parece que premian, y cuando sonríen parece que besan. Si á esto añadimos que el padre de la joven, al pasar á mejor vida en 1637, la había dejado bajo el amparo de una tía sesentona y achacosa, legándole un decente caudal, bien podrá creérsenos, sin juramento previo y como si lo testificaran gilitos descalzos, que no eran pocos los niños que andaban tras del trompo, hostigando á la muchacha con palabras de almíbar, besos hipotéticos, serenatas, billetes y demás embolismos con los que, desde que el mundo empezó á civilizarse, sabemos los del sexo feo dar guerra á las novicias y hasta á las catedráticas en el ars amandi.

Parece que para Claudia no había sonado aún el cuarto de hora me-