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Tradiciones peruanas

ger una valiosa herencia, y después de confesado y comulgado, emprendió el fatigoso viaje, dejando al frente de la casa de comercio á su hermano D. Íñigo de Ursán y encomendándolo muy mucho que cuidase de su honor como de cosa propia.

Nunca tal resolviera el infeliz; pero diz que es estrella de los predestinados hacer al gato despensero. Era D. Iñigo mozo de treinta años, bien encarado y apuesto, y á quien algunas fáciles aventurillas con Dulcinens de medio pelo habían conquistado la faina de un Tenorio. Con este retrato, dicho se está que no hubo de parecerle mal bocado la cuñadita, y que ella no gastó muchos melindres para inscribir en el abultado registro de San Marcos al que iba por esos mares rumbo á Cádiz.

Dice San Agustín, que si no fué santo entendido en materia geográfica (pues negó la existencia de los antípodas), lo fué en achaques de hembras:

«Día llegará en que los hombres tengan que treparse á los árboles huyendo de las mujeres.» Demos gracias a Dios porque, salvo excepciones, la profecía no va en camino de cumplirse en lo que resta de vida al siglo XIX.

IV

En España se encontró D. Gutierre, que había creído no tener más que hacer que llegar y besar, envuelto en un pleito con ocasión de la herencia, y Dios sabe si habría tenido que enmobecer en la madre patria esperando la conclusión del litigio; pues segura cosa es que mientras haya sobre la tierra papel del sello, escribas y fariseos, un pleito es gasto do dinero y de tiempo y trae más desazones que un uñero en el dedo gordo.

Llevaba ya casi dos años en España cuando el galeón de Indias le trajo, entre otras cartas de Lima, la siguiente en quo, sobre poco más o menos, le decía un amigo, de esos que son siempre solícitos para dar malas nuevas:

«Sr. D. Gutierre de Ursán. Muy señor mío y mi dueño: Malhadada sucrte es que, tratándose de tan cumplido caballero como vuesa merced, todos se hagan en Lima lenguas de lo mal guardado que anda su honor y murmuren sobre si le apunta ó no le apunta hueso de más en la frente.

Con este aviso, vuesa merced hará lo que mejor estime para su desagravio, que yo cumplo como amigo con poner en su noticia lo antedicho, añadiéndole que es su mismo hermano quien tan felonamente lo ultraja. Que Dios Nuestro Señor dé á vuesa merced fortaleza para echar un remiendo á la honra, y mande con imperio á su amigo, servidor y capellán Q B. S. M.

Crispulo Quincoces.» No era D. Gutierre de la pasta de aquel marico cuyo sueño interrum-