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Tradiciones peruanas

Sobre provisión de beneficios eclesiásticos tuvo el de Alba de Liste infinitas cuestiones con el arzobispo, cuestiones que contribuyeron para que el fanático pueblo lo tuviese por hombre descreído y mal cristiano, cuando en realidad no era sino celoso defensor del patronato regio.

D. Luis Henríquez de Guzmán tuvo también la desgracia de vivir en guerra abierta con la Inquisición, tan omnipotente y prestigiosa entonces. El virrey, entre otros libros prohibidos, había traído de Méjico un folleto escrito por el holandés Guillermo Lombardo, folleto que en con fianza mostró á un inquisidor ó familiar del Santo Oficio. Mas éste lo denunció, y el primer día de Pascua de Espíritu Santo, hallándose su excelencia en la catedral con todas las corporaciones, subió al púlpito un comisario del tribunal de la fe y leyó un edicto compeliendo al virrey á entregar el libelo y á ponor á disposición del Santo Oficio á su médico César Nicolás Wandier, sospechoso de luteranismo. El virrey abandonó el templo con gran indignación, y elevó á Felipe IV una fundada queja.

Surgieron de aquí serias cuestiones, & las que el monarca puso término reprobando la conducta inquisitorial, pero aconsejando amistosamente al de Alba de Liste que entregase el papelucho motivo de la querella.

En cuanto al médico francés, el noble conde hizo lo posible para li bertarlo de cacer bajo las garras de los feroces torniceros; pero no era cosa fácil arrebatarle una víctima á la Inquisición. En 8 de octubre de 1667, después de más de ocho años de encierro en las mazmorras del Santo Oficio, fué penitenciado Wandier. Acusáronlo, entre otras quimeras, de que con apariencias de religiosidad tenía en su cuarto un crucifijo y una imagen de la Virgen, á los que prodigaba palabras blasfemas. Después del auto de fe, en el que felizmente no se condenó al reo á la hoguera, hubo en Lima tres días de rogativas, procesión de desagravio y otras ceremonías religiosas, que terminaron trasladando las imágenes de la catedral á la iglesia del Prado, donde presumimos que existen hoy.

En agosto de 1661, y después de haber entregado el gobierno al conde de Santisteban, regresó á España el de Alba de Liste, muy contento de abandonar una tierra en la que corría el peligro de que lo convirticsen en chicharón, quemándolo por hereje.

III

LA VENGANZA DE UN CAMPANERO Es probable que á Escoiquiz no se le pasara tan aína el escozor de los ramalazos, pues juró en sus adentros vengarse del melindroso virrey que tanta importancia diera á repique más o menos,