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Ricardo Palma

miento ó incapacidad física é incurable del gobernante. El pliego de mortaja contenía una terna de nombres, designando las personas llamadas á reemplazar interinamente y hasta nueva disposición regia al virrey difunto. Así desapareció, en los casos de vacancia, el gobierno que antes ejerciera la Audiencia Entre los sucesos más notables de su época de mando, se cuenta el triunfo que el pirata Wagner alcanzó sobre la escuadra del conde de Casa Alegre, adueñándose el inglés de cinco millones salidos del Perú. Esto alentó á otros corsarios de la misina nación, Dampierre y Rogers, que se apoderaron de Guayaquil é impusieron al vecindario un fuerto rescate. Para contenerlos gastó el virrey ciento cincuenta mil pesos en el equipo de varias naves, que zarparon del Callao al mando del almirante D. Pablo Alzamora, y en ellas se embarcaron hasta colegiales ganosos de castigar á los herejes. Afortunadamente no llegó el caso de empeñar combate; pues cuando los nuestros buscaron á los piratas en las islas Galápagos, ya éstos habían abandonado el Pacífico.

El terremoto que arruinó muchos pueblos de la provincia de Paruro fué también uno de los grandes acontecimientos de ese tiempo.

Entre los sucesos religiosos merecen mencionarse la traslación de las monjas de Santa Rosa al actual monasterio, y el reñido capítulo de provincial agustino entre los padres Zavala el vizcaíno y Paz el sevillano.

La Real Audiencia se vió forzada á presidir el capítulo, evitando con ello grandes desórdenes, y después de diez y ocho horas de sesión y de varios escrutinios triunfó Zavala por mayoría de dos votos.

El anciano marqués de Castel—dos—Rius era un entusiasta cultivador de las musas: pero como estas damas son casi siempre esquivas para con los viejos, pobrísima inspiración es la que domina en los pocos versos que de su excelencia conocemos. Los aduladores decían, aplicándole estos conceptos de Góngora, que dominaba Ya con la espada del sangriento Marte, ya con la lira del dorado Apolo.» Todos los lunes reunía el virrey en palacio á los poetas de Lima, y en la biblioteca del cosmógrafo mayor D. Eduardo Carrasco existió hasta hace pocos años un abultado manuscrito, Flor de Academias de Lima, en el que estaban consignadas las actas de las sesiones y los versos que en ellas leían los vates. Serias indagaciones, fatalmente sin éxito, hemos he cho para descubrir el paradero de tan curioso libro, que suponemos en poder de algún bibliótafo, avaro de su tesoro, y que ni saca provecho de el ni permite que otros exploten tan rico filón.

Formaban el Parnasillo palaciego. en el que el virrey á guisa de Apo-