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Tradiciones peruanas

algunos legados de importancia, contándose entre los favorecidos un sobrino del vizcaíno de marras.

Aquellos eran los tiempos en que, como dice un escritor contemporáneo muy gráficamente, el jesuíta y el fraile se arañaban las manos bajo la almohada del moribundo para apoderarse del testamento.

Pero no habían transcurrido muchos días desde el de la revocatoria, cuando una noche el virrey marqués de Castel—dos—Ríus recibió un largo anónimo, y después de leerlo y releerlo, púsose su excelencia á cavilar; y el resultado de sus cavilacionos fué llamar á un alcalde del crimen y ordenarle que sin pérdida de minuto se apoderase de la persona de D. Pedro Campos Ayala y la aposentase en la cárcel de corte.

II

D. Manuel Omms de Santa Pau, de Sentmanat y de Lanuza, grande de España y marqués de Castol—dos—Ríus, hallábase de embajador en París cuando aconteció la muerte de Carlos II, envolviendo á la monarquía en una sangrienta guerra de sucesión. El marqués no sólo presentó á Luis XIV el testamento en que el Hechizado legaba al duque de Anjou la corona, sino que se declaró abiertamente partidario del Borbón é hizo que sus deudos de Cataluña hostilizasen al archiduque de Austria. En una de las batallas murió el primogénito del marqués de Castel—dos—Rius.

Sabido es que las colonias de América aceptaron el testamento de Carlos II, reconociendo á Felipe V por legítimo soberano. Este, cuando aún la guerra civil no había terminado, se apresuró á premiar los servicios del de Castel—dos—Kíus y lo nombró virrey del Perú. Eran sus armas las de los Lanuza: dos cuarteles en oro con león rapante de gules, y dos en azur con vuelo de plata.

El señor de Sentinanat y de Lanuza llegó á Lima el 7 de julio de 1707; y no bien se hizo cargo del gobierno, cuando levantó empréstitos, impuso contribución de guerra y se echó sobre los caudales de censos, obras pías y de los cabildos. Así consiguió enviar al exhausto tesoro del monarca millón y medio de duros.

Vino con el virrey su hijo D. Félix, nombrado general del Callao; habiendo dado no poco que murmurar, en el acto solemne de la entrada del marqués en Lima, la inasistencia del arzobispo.

Fué el marqués de Castel—dos—Ríus el primer virrey que vino trayendo lo que se llamó pliego de sucesión y que los mejicanos llamaban pliego de mortuja. Felipe V estableció entregar á cada virrey un pliego, encerrado bajo tres cubiertas, el cual se depositaba en la Real Audiencia, debiendo romperse los sellos para saber el contenido sólo en caso de falleci-