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Tradiciones peruanas

Para el que esto escribe, por entonces muchacho retozón y travieso, eran una delicia los bandos, porque servían, si es que lo necesita un escolar, de pretexto para hacer novillos. Aquel día no había lección posible.

Los chicos de esos tiempos vestíamos pantalón crecedero, gorra y chaqueta ó mameluco. No fumábamos cigarrillo, no calzábamos guantes, no la dábamos de saberlo todo, ni nos metíamos á politiquear y hacer autos de fe, como hogaño se estila, con el busto de ningún viviente, siquier fuese ministro caído. ¡Buena felpa nos habría dado señora madre en el territorio del Sur! Dígase lo que se quiera—hace treinta años la juventud no era juventud,—vivíanos á mil leguas del progreso. Vean ustedes si los muchachos de entonces seríamos unos bolonios, cuando teníamos la tontuna de aprender la doctrina cristiana en vez del can—can; y hoy cualquier zaragatillo que se alza apenas del suelo en dos estacas, prueba por A+B que Dios es artículo de lujo y pura chirinola ó canard del padre Gual.

Pero caigo en la cuenta de que por hablar de los primeros años de la vida, idos jay! para más no volver, se me ha largado el santo al cielo.

Vuelvo á mis carneros, es decir, á los bandos.

Promulgábase en cierta tarde uno para que después de las diez de la noche no quedaso puerta sin cerrojo. Los mataperros de la época ibamos, muy orondos y pechisacados, junto á la banda de música y formando cortejo al escribano Casas. En la puerta del café de Bodegones, centro á la sazón de los contemporáneos del virrey inglés (O'Higgins), había un grupo de viejos poniendo notas y comentarios al bando. ¡Vaya un esgrimir de la sin pelos el de aquellos angelitos!

—¡Cosas de la república:—alcanzamos á oir á uno de ellos. Este prefecto es otro Pepe Bandos.

Mucho nos cascabeleó el mote; y cuando ya talluditos nos tentó el diablo por rebuscar tradiciones, supimos que hubo un virrey, que gobernó el Perú desde 1724 hasta 1736, al que los limeños pusieron el apodo do Pepe Bandos.

Perdona el largo introito. Ya verás, lector, los bandos de su excelencia y si eran bandos de neque.

I

D. José de Armendaris, natural de Ribagorza en Navarra, marqués de Castelfuerte, comendador de Montizón y Chiclana en la orden de Sanago, comandante general del reino de Cerdeña, y ex virrey de Granada en España, reemplazó como virrey del Perú al arzobispo fray Diego Morcillo. Refieren que el mismo día en que tenían lugar las fiestas de la proclamación del hijo de Felipe V, fundador de la dinastía borbónica,