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Ricardo Palma

una vieja dijo en el atrio de la catedral: «Á este que hoy celebran en Lima le están haciendo el entierro en Madrid.» El dicho de la vieja cundió rápidamente, y sin que acertemos á explicarnos el porqué, produjo mucha alarma. ¡Embelecos y novelerías populares!

Lo positivo es que seis meses más tarde llegó un navío de Cádiz, confirmando que los funerales de Luis I se habían celebrado el mismo día en que fué proclamado on Lima. ¡Y dirán que no hay brujas!

Corno sucesos notables de la época de este virrey, apuntaremos el desplome de un cerro y una inundación en la provincia de Huaylas, catástrofe que ocasionó más de mil víctimas; un aguacero tan copioso que arruinó la población de Paita; la aparición por primera vez del vórnito prieto ó fiebre amarilla (1730) en la costa del Perú, á bordo del navío que mandaba el general D. Domingo Justiniani; la ruina de Concepción de Chile, salvando milagrosamente el obispo Escandón, que después fué arzobispo de Lima; la institución llamada de las tres horas y que se ha generalizado ya en el orbe católico, y por fin, la llegada á Lima en 1738 de ejemplares del primer Diccionario de la Academia Española.

Quizá en otra ocasión nos ocupemos de la famosa causa del oidor don José de Antequera, caballero de Alcántara, á quien los jesuítas sacrificaron con ruindad. Por hoy bástenos apuntar que siempre que se trataba de aprehender á alguno de los complicados en el proceso, el virrey, en vez de echarle los sabuesos ó alguaciles, forjaba un bando, lo hacía pregonar por todo el virreinato y, á poco, el reo daba con su cuerpo en la cárcel, sin que le valiera escondito en sagrado, en zahurda ni en casa de cadena.

¡Digo si serían bandos conminatorios aquellos!

La víspera de la ejecución de Antequera y de su alguacil mayor don Juan de Mena hizo publicar su excelencia un bando terrorífico, imponiendo pena de muerte á los que intentasen detener en su camino á la justícia humana. Los más notables personajes de Lima y las comunidades religiosas habían estérilmente intercedido por Antequera. Nuestro virrey cra duro de cocer.

A las diez de la mañana del 8 de julio de 1731, Antequera sobre una mula negra y escoltado por cien soldados de caballería penetró en la plaza Mayor. Hallábase cerca del patíbulo cuando un fraile exclamó: Perclón, grito que fué repetido por el pueblo.

—¿l'erdón dijiste? Pues habrá la de Dios es Cristo. Mi bando es bando y no papel de Cataluña que se vende en el estanco—pensó el de Castelfuerte. Santiago y cierra España!

La infantería hizo fuego en todas direcciones. El mismo virrey, con un piquete de caballería, dió una vigorosa carga por la calle del Arzobispo, sin parar mientes en el guardián y comunidad de franciscanos que por