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Tradiciones peruanas

I

EL NÚMERO 13 El Excmo. Sr. D. José Manso de Velazco, que mereció el título de conde de Superunda por haber reedificado el Callao (destruído á consecuencia del famoso terremoto de 1746), se encargó del mando de los reinos del Perú el 13 de julio de 1745, en reemplazo del marqués de Villagarcía.

Maldita la importancia que un cronista daría á esta fecha si, según cuentan añejos papeles, olla no hubiera tenido marcada influencia en el ánimo y porvenir del virrey: y aquí con venia tuya, lector amigo, va mi pluma á permitirse un rato de charla y moraleja.

Cuanto más inteligente ó audaz es el hombre, parece que su espíritu es más susceptible de acoger una superstición. El vuelo ó el canto de un pájaro es para muchos un sombrío augurio, cuyo prestigio no alcanza á vencer la fuerza del raciocínio. Sólo el necio no es supersticioso. César en una tempestad confiaba en su fortuna. Napoleón, el que repartía tronos como botín de guerra, recordaba al dar una batalla la brillantez del sol de Austerlitz, y aun es fama que se hizo decir la buenaventura por una echadora de cartas (Mlle. Lenormand).

Pero la preocupación nunca es tan palmaria como cuando se trata del número 13. La casualidad hizo algunas veces que de trece convidados á un banquete, uno muriera en el término del año; y es seguro que de allí nace el prolijo cuidado con que los cabalistas cuentan las personas que se sientan á una mesa. Los devotos explican que la desgracia del 13 surde que Judas completó este número en la divina cena.

Otra de las particularidades del 13, conocido también por docena de fraile, es la do designar las monedas que se dan en arras cuando un projimo resuelve hacer la última calaverada. Viene de allí el horror instintivo que los solteros le profesan, horror que no sabremos decir si es ó no fundado, como no osaríamos declararnos partidarios ó enemigos de la santa coyunda matrimonial.

Quejábase un prójimo de haber asistido á un banquete en que eran trece los comensales—¿Y murió alguno? ¿Aconteció suceso infausto?¡Cómo no! (contestó el interrogado) En ese año..... me casé.

El hecho es que cuando el virrey quedó solo en Palacio con su secretario Pedro Bravo de Ribera, no pudo excusarse de decirle:

—Tengo para mí, l'edro, que mi gobierno me ha de traer desgracia.

El corazón me da que este otro 13 no ha de parar en bien.

El secretario sonrió burlenamente de la superstición de su señor, en