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Ricardo Palma

cuya vida, que él conocía á fondo, habría probablemento alguna aventura en la que desempeñara papel importante el fatídico número á que acababa de aludir.

Y que el corazón fué leal profeta para ol virrey (pues en sus quince años de gobierno abundaron las desgracias), nos lo comprueba una rápida reseña histórica.

Poco más de un año llevaba en el mando D. José Manso de Velazco cuando aconteció la ruina del Callao, y tras ella una asoladora epidemia en la sierra, y el incendio del archivo de gobierno que se guardaba en casa del marqués de Salinas, incendio que se tuvo por malicioso. Temblores formidables en Quito, Latacunga, Trujillo y Concepción de Chile, la inundación de Santa, un incendio que devoró á Panamá y la rebelión de los indios de Huarochirí, que se sofocó ahorcando á los principales cabecillas, figuran entre los sucesos siniestros de esa época.

En agosto de 1747 fundose á inmediaciones del destruído Callao el pueblo de Bellavista; se elevó el convento de Ocopa á colegio de propaganda file; se consagró la iglesia de los padres descalzos: la inonja y litorata sor María Juana, con otras cuatro capuchinas, fundó un monasterio en Cajamarca; se observó el llamado cometa de Newton; se estableció el estanco de tabacos; se extinguió la Audiencia de Panamá, y en 1755 se formó un censo de Lima, resultando empadronados 54,000 habitantes.

II

QUE TRATA DE UNA EXCOMUNIÓN, Y DE CÓMO POR ELLA EL VIRREY Y EL ARZOBISPO BE TORNARON ENEMIGOS La obligación de motivar el capítulo que á éste sigue nos haría correr el riesgo de tocar con hechos que acaso pudieran herir quisquillosas susceptibilidades, si no adoptáramos el partido de alterar nombres y narrar el suceso á galope. En una hacienda del valle de Ate, inmediata á Lima, existia un pobre sacerdote que desempeñaba las funciones de capellán del fundo. El propietario, que era nada menos que un título de Castilla, por cuestiones de poca monta y que no son del caso referir, hizo una mañana pasear por el patio de la hacienda, caballero en un burro y acompafiado do rebenque, al bueno del capellán, el cual diz que murió á poco de vergüenza y de dolor.

Este horrible castigo, realizado en un ungido del Señor, despertó en el pacifico pueblo una gran conmoción. El crimen ora hasta entonces inaudito. La Iglesia fulminó excomunión mayor contra el hacendado, en la que se mandaban derribar las paredes del patio donde fué escarnecido