Página:Tradiciones peruanas - Tomo I (1893).pdf/326

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
320
Tradiciones peruanas

D. Pedro Antonio de Barroeta y Angel, natural de la Rioja en Castilla la Vieja, es entre los arzobispos que ha tenido Lima uno de los más notables por la moralidad de su vida y por su instrucción é ingenio. Hizo reimprimir las sinodales de Lobo Guerrero, y durante los siete años que, según Unanue, duró su autoridad, publicó varios edictos y reglamentos para reformar las costumbres del clero, que, al decir de un escritor de entonces, no eran muy evangélicas. A juzgar por el retrato que de él existe en la sacristía de la catedral, sus ojos revelan la energia del espíritu y su despejada frente muestra claros indicios de inteligencia. Consiguió hacerse amar del pueblo, mas no de los canónigos, á quienes frecuentemente hizo entrar en vereda, y sostuvo con vigor los que para el espíritu de su siglo y para su educación consideraba como privilegios de la Iglesia.

En cuanto á nosotros, si hemos de ser sinceros, declaramos que no nos viene al magín medio de disculpar la conducta del arzobispo en la fiesta de Santa Clara; porque creemos, croencia de que no alcanzarán á apearnos todos los teólogos de la cristiandad, que la religión del Crucificado, religión de verdad severa, no puede permitir dobleces ni litúrgicos lances teatrales. Antes de sacar triunfante el orgullo, la vanidad clerical; antes de hacer elásticas las leyes sagradas; antes de abusar de la fe de un pueblo y sembrar en él la alarma y la duda, debió el ministro del Altísimo recordar las palabras del libro inmortal: /Ay de aquel por quien venga el escándalo! «Quémese la casa y no salga humo, era el refrán con que nuestros abuelos condenaban el escándalo.

AGUDEZAS EPISCOPALES Y por si no vuclvo á presentarseme ocasión para hablar del arzobispo Barroeta, aprovecho ésta y saco á relucir algunas agudezas suyas. Cuando pasan rábanos, comprarlos.

Visitando su ilustrísima los conventos de Lima, llegó á uno donde encontró á los frailes arremolinados contra su provincial ó superior. Que jábase la comunidad de que éste tiranizaba á sus inferiores, hasta el punto de prohibir que ninguno pusiese pie fuera del umbral de la portería sin previa licencia. El provincial empezó á defender su conducta; pero lo interrumpió el Sr. Barroeta diciéndole:

Calle, pailre; calle, calle, calle!

El provincial se puso candado en la boca, el arzobispo echó una bendicion y tomó el canino de la puerta, y los frailes quedaron contentísimos viendo desairado á su guardián.