Página:Tradiciones peruanas - Tomo I (1893).pdf/330

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
324
Tradiciones peruanas

Apenas lo miró el arzobispo, cuando reconoció en él al conde de Superunda y lo estrechó en los brazos. Pasado el primer transporte vinieron las confidencias; y por último, Parroeta lo comprometió á vivir á su lado y aceptar sus favores y protección. Manso rehusaba obstinadamente, hasta que su ilustrísima lo dijo:

Paréceme, señor conde, que aún me conserva rencor vueseñoría. y creere que por soberbia rechaza mi apoyo, ó que me injuria suponiendo que en la adversidad trato de humillarlo.

El poder, la gloria, la riqueza no son más que vanidad de vanidades! Y si imagináis, señor arzobispo, que por altivez no aceptaba vuestro amparo, desde hoy abandonaré la escuela para vivir en vuestra casa.

El arzobispo lo abrazó nuevamente y lo hizo montar en su carroza.

—Así como así—agregó el conde,—vuestro ministerio obliga á curarme de mi loco orgullo. ¡Debellare superbos!

VIII

Desde aquel día, aunque amargadas por el recuerdo de sus desventuras y de la ingratitud del soberano, que al fin le devolvió su clase y honores, fueron más llevaderas y tranquilas las horas del desgraciado Superunda.