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Tradiciones peruanas

El catalán, atento á los repulgos de la muchacha, murmuraba:

Niua de los muchos novios, que con ninguno te casas, si te guardas para un rey cuatro tiene la baraja.» De aquí surgían desazones entre sobrina y tía. La vieja la trataba de gazmoña y papabostias, y la chica rompía á llorar como una bendita de Dios, con lo que enfureciéndose más aquella megera, la gritaba: «¡Hipócrita! A mí no me engatusas con purisimitas. ¿A qué vienen esos lloriqueos?

Eres como el perro de Juan Molleja, que antes que le caiga el palo ya se queja. ¿Conque monjío? Quien no te conozca que te compre, saquito de cucarachas. Cualquiera diría que no rompe plato, y es capaz de sacarle los ojos al verdugo Grano de Oro. ¿Si no conoceré yo las uvas de mi majuelo?

¿Conque te apestan las barbas? ¡Miren á la remilgada de Jurquillos, que lavaba los huevos para freirlos! ¡Pues has de ver toros y cañas como yo pille al alcance de mis uñas al barbilampiño que te baraja el juicio!

¡Miren, miren á la gatita de Mari—Ramos, que hacía asco á los ratones y engullía los gusanos! ¡Malhaya la niña de la media almendra!

Como estas peloteras eran pan cotidiano, las muchachas de la vecindad, envidiosas de la hermosura de Benedicta, dieron en bautizarla con el apodo de Gatita de Mari—Ramos; y pronto en la parroquia entera los mozalbetes y demás niños zangolotinos que la encontraban al paso, saliendo de misa mayor, la decían:

—¡Qué modosita y qué linda que va la Gatita de Mari—Ramos!

La verdad del cuento es que la tía no iba descaminada en sus barruntos. Un petimetre, D. Aquilino de Leuro, era el quebradero de cabeza de la sobrina; y ya fuese que ésta se exasperara de andar siempre al morro por un quítame allá esas pajas, ó bien que su amor hubiese llegado á extremo de atropellar por todo respeto, dando al diablo el hato y el garabato, ello es que una noche sucedió..... lo que tenía que suceder. La gatita de Mari—Ramos se escapó por el tejado cn amor y compaña de un gato pizpireto, que olía á almizcle y que tenía la mano suave.

II

Demos tiempo al tiempo y no andemos con lilailas y recancanillas. Es decir, que mientras los amantes apuran la luna de miel para dar entrada á la de hiel, podemos echar, lector carísimo, el consabido parrafillo histórico.

El Excmo. Sr. D. Teodoro de Croix, caballero de Croix, comendador de