Es el caso que el Excmo. Sr. D. Teodoro de Croix tenía la costumbre de almorzar diariamente cuatro huevos frescos, pasados por agua caliente; y era sobre este punto tan delicado, que su mayordomo, Julián de Córclova y Soriano, estaba encargado de escoger y comprar él mismo los huevos todas las mañanas.
Mas si el virrey era delicado, el mayordomo llevaba la cansera y la avaricia hasta el punto de regatear con los pulperos para economizar un piquillo en la compra, pero al mismo tiempo que esto intentaba, había de escoger los huevos más grandes y más pesados, para cuyo examen llevaba un anillo y ponía además los huevos en la balanza. Si un huevo pasaba por el anillo ó pesaba un adarme menos que otro, lo dejaba.
Tanto llegó á fastidiar á los pul peros de la esquina del Arzobispo, esquina de Palacio, esquina de las Mantas y esquina de Judíos, que encontrándose éstos un día reunidos en cabildo para elegir balanceador, recayó la conversación sobre el mayordomo D. Julián de Córdova y Soriano, y los susodichos pulperos acordaron no venderle más httevos.
AC A Car De Croise Die Grouc Al día siguiente al del acuerdo presentóse D. Julián en una de las pulperías, y el mozo le dijo: «No hay huevos, Sr. D. Julián. Vaya su merced á la otra esquina por ellos » Recibió el mayordomo igual contestación en las cuatro esquinas, y tuvo que ir más lejos para hacer su compra. Al cabo de poco tiempo, los pulperos de ocho manzanas á la redonda de la plaza estaban fastidiados del cominero D. Julián, y adoptaron el mismo acuerdo de sus cuatro camaradas, No faltó quien contara al virrey los trotes y apuros de su mayordomo para conseguir huevos frescos, y un día que estaba su excelencia de buen humor le dijo:
Teodoro de Croix trigésimo cuarto virrey del Perd —Julián, ¿en dónde comprasto hoy los huevos?
— En la esquina de San Andrés.