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Tradiciones peruanas

Fama es que á tal punto habíanse apoderado del escribano los tres enemigos del alma, que la suya estaba tal de zurcidos y remiendos que no la reconociera su Divina Majestad, con ser quien es y con haberla creado. Y tengo para mis adentros que si le hubiera venido en antojo al Ser Supremno llamarla á juicio, habría exclamado con sorpresa: «Dimas, ¿qué has hecho del alma que te dí?»

Ello es que el escribano, en punto á picardías era la flor y nata de la gente del oficio, y que si no tenía el malo por donde desecharlo, tampoco el ángel de la guarda hallaría asidero á su espíritu para transportarlo al cielo cuando le llegara el lance de las postrimerías.

Cuentan de su merced que siendo mayordomo del gremio en una fiesta costeada por los escribanos, á la mitad del sermón acertó á caer un gato desde la cornisa del templo, lo que perturbó al predicador y arremolinó al auditorio. Pero D. Dimas restableció al punto la tranquilidad, gritando: «No hay motivo para barullo, caballeros. Adviertan que el que ha caído es un cofrade de esta ilustre congregación, que ciertamente ha delinquido en venir un poco tarde á la fiesta. Siga ahora su reverencia con el sermón.»

Todos los gremios tienen por patrono á un santo que ejerció sobre la tierra el mismo oficio ó profesión; pero ni en el martirologio romano existe santo que hubiera sido escribano, pues si lo fué ó no lo fué San Aproniano está todavía en veremos y proveeremos. Los pobrecitos no tienen en el cielo camarada que por ellos interceda.

Mala pascua me dé Dios y sea la primera que viniere, ó déme longevidad de elefante con salud de enfermo, si en el retrato, asi físico como moral, de Tijereta he tenido voluntad de jabonar la paciencia á miembro viviente de la respetable cofradía del ante mí y el certijico. Y hago esta salvedad digna de un lego confitado, no tanto en descargo de mis culpas, que no son pocas, y de mi conciencia de narrador, que no es grano de anís, cuanto porque esa es gente de mucha enjundia, con la que ni me tiro ni me pago, ni le debo ni le cobro. Y basta de dibujos y requilorios, y andar andillo, y siga la zambra, que si Dios es servido, y el tiempo y las aguas me favorecen, y esta conseja cae en gracia, cuentos he de enjaretar á porrillo y sin más intervención de cartulario. Ande la rueda y coz con ella.

II

No sé quién sostuvo que las mujeres eran la perdición del género humano, en lo cual, mía la cuenta si no dijo una bellaquería gorda como el puño. Siglos y siglos hace que á la pobre Eva le estamos echando en cara la curiosidad de haberle pegado un mordisco á la consabida manzana,