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Tradiciones peruanas

rencias ó armisticio de Miraflores entre los comisionados de San Martín y los de Pezuela, púsose Laserna á la cabeza del partido de oposición, y el 28 de enero de 1821 amotinose el ejército acantonado en Asnapuquio, intimando al marqués de Viluma que en el término de cuatro horas entregase el mando al teniente general Laserna, proclamado virrey por los motinistas. Pezuela, sin elementos para resistir y procediendo con patriotismo, puso el poder en manos de su ingrato amigo.

Los revolucionarios de Asnapuquio habían principiado por emplear la difamación como arma contra el virrey. Una mañana apareció este pasquín en el primer patio de palacio:

«Nació David para rey, para sabio Salomóu, para soldado Laserna, Pezuela para ladrón.) Dicen que la injuria llegó á lo vivo al marqués de Viluma, que ciertamente no era merecedor del calificativo. Pezuela manejó con pureza los caudales públicos.

En caso de muerte ó imposibilidad física de Pezuela era algeneral Lamar á quien correspondía ejercer interinamente el cargo de virrey; pero aparte de que Lamar no era motinista ni ambicioso, por su condición de americano mirábanlo los militares españoles con desafecto. El honrado Lamar no se dió por entendido del desaire y siguió sirviendo con lealtad al rey hasta que, sin desdoro para su nombre y fama, pudo en 1823 cambiar de bandera.

Para el orden numérico y cronológico de la historia es Laserna el último virrey del Perú; pero para mí—será ollo una extravagancia—la lista de los verdaderos virreyes termina en Pezuela. En Laserna veo un virrey de cuño falso; un virrey carnavalesco y de motín; un virroy sin fausto ni cortesanos, que no fué siquiera festejado con toros, comedias ni certamen universitario; un virrey que, estirando la cuerda, sólo alcanzó á habitar cinco meses en palacio, como huésped y con la malota siempre lista para cambiar de posada; un virrey que vivió luego á salto de mata para caer como un pelele en Ayacucho; un virrey, en fin, prosaico, sin historia ni aventuras. Y virrey que no habla á la fantasía, virrey sin oropel y sin relumbrones, es una falsificación del tipo, como si dijéramos un santo sin altar y sin devotos.

III

Llegó el día de la corrida.

Su excelencia, acompañado de su esposa, la altiva doña Angela Cevallos, Real Audiencia y gran comitiva de ayudantes y amigos, ocupaba