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Tradiciones peruanas

universidad de Santiago de Galicia, donde estudiaba jurisprudencia, abandonó los claustros junto con otros colegiales, y en 1808 sentó plaza en el batallón de cadetes literarios. En abril de 1817 llegó al Perú con el grado de primer ayudante del regimiento del Infante. Ascendido poco después á comandante, se le encomendó la formación del batallón Arequipa. Rodil se posesionó con los reclutas de la solitaria islita del Alacran, frente á Arica, donde pasó meses disciplinándolos, hasta que Osorio lo condujo á Chile, Alli concurrió Rodil, mandando el cuerpo que halna creado, á las batallas de Talca, Cancharayada y Maypú.

Regresó al Perú, tomando parte activa en la campaña contra los patriotas, y salió herido el 7 de julio de 1822 en el combate de Fucaran.

AI encargarse del gobierno politico y militar del Callao en 1824 el brigadier D. José Ramón Rodil, hallábase condecorado con las cruces de Somorso, Espinosa de los Monteros, San Payo, Tumames, Medina del Campo, Tarifa, l'amplona y Cancharayala, crnces que atestiguaban las batallas en que había tenido la suerte de encontrarse entre los vencedores. Sitiado el Callao por las tropas de Bolívar, al mando del general Salom, y por la escuadra patriota, que disponía de 171 cañones, fué verdaderamente titánica la resistencia. La historia consigna la para Rodil decorosa capitulación de 23 de enero de 1826, en que el bravo jefe español, vestido de gran uniforme y con los honores de ordenanza, abandonó el castillo para embarcarse en la fragata de guerra inglesa Briton. El general La—Mar, que era, valiéndome de una feliz expresión del inca Garcilaso, un caballero muy caballero en todas sus cosas, tributó en esta ocasión justo homenaje al valor y la lealtad de Rodil, que desde el 1." de marzo de 1824, en que reemplazó á Casariego en el mando del Callao, hasta ene ro de 1826 casi no pasó día sin combatir.

Rodil tuvo durante el sitio que desplegar una maravillosa actividad, una astucia sin límites y una energía incontestable para sofocar complots. En sólo un día fusiló treinta y seis conspiradores, acto de crueldad que lo rodeó de terrorífico y aun supersticioso respeto. Uno de los fusilados en esa ocasión fué Frasquito, muchacho andaluz muy popular por sus chistes y agudezas y que era el amanuense de Rodil.

El general Canterac (que tan tristemente murió en 1835 al apacignar en Madrid un motin de chartel) fué comisionado por el virrey conde de los Andes para celebrar el tratado de Ayacucho, y en él se estipuló la inmediata entrega de los castillos. Al recibir Rodil la carta ú oficio en que Canterac le transcribia el artículo de la capitulación concerniente al Callao, exclamó furioso; (Canario! Que capitulen ellos que se dejaron derrotar, y no yo, Abogaderas conmigo? Mientras tenga pólvora y balas, no quiero dimes ni diretes con esos p.....icaros insurgentes.»