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Ricardo Palma

mucho por el sentimiento nacional. La Uración en el Inerto figuraría dignamente al lado de un cuadro del Veronés.

El pueblo quiteño tiene el sentimiento del arte. Un hecho bastará á probarlo. El convento de San Agustín adorna sus claustros con catorce cuadros de Miguel de Santiago, entre los que sobresale uno de grandes dimensiones, titulado La genealogía del santo Obispo de Hipone. Una mañana en 1857 fué robado un perlazo del cuadro que contenía un hermoso grupo.

La ciudad se puso en alarma y el pueblo todo se constituyó en pesquisador. El cuadro fué restaurado. El ladrón habia sido un extranjero comerciante en pinturas.

Pero ya que, por incidencia, hemos hablado de los catorce cuadros de Santiago que se conservan en San Agustín, cuadros que se distinguen por la propiedad del colorido y la majestad de la concepción, esencialmente el del Bautismo, daremos á conocer al lector la causa que los produjo y que, como la mayor parte de los datos biográficos que apuntamos sobre este gran artista, la hemos adquirido de un notable artículo que escribió el poeta ecuatoriano D. Juan León Mera.

Un oidor español encomendó á Santiago que le hicicra su retrato. Concluído ya, partió el artista para un pueblo llamado Guápulo, dejando el retrato al sol para que se secara, y encomendando el cuidado de él á su esposa. La infeliz no supo impedir que el retrato se ensuciase, y llamó al famoso pintor Gorivar, discípulo y sobrino de Miguel, para que reparase el daño. De regreso Santiago, descubrió en la articulación de un dedo que otro pincel había pasado sobre el suyo. Confesáronle la verdad.

Nuestro artista era de un geniazo más atufado que el mar cuando le duele la barriga y le entran retortijones. Encolerizóse con lo que creía una profanación, dió de cintarazos á Gorívar y rebanó una oreja á su pobre consorte. Acudió el oidor y lo reconvino por su violencia, Santiago, sin respeto á las campanillas del personaje, arremetióle también á estocadas.

El oidor huyó y entabló acusación contra aquel furioso. Este tomó asilo en la celda de un fraile; y durante los catorce meses que duró su escondite pintó los catorce cuadros que embellecen los claustros agustinos.

Entre ellos merece especial mención, por el diestro manejo de las tintas, el titulado Milagro del peso de las ceras. Se afirma que una de las figuras que en él se hallan es el retrato del mismo Miguel de Santiago.

III Cuando Miguel de Santiago volvió a aspirar el aire libre de la ciudad natal, su espíritu era ya presa del ascetismo de su siglo. Una idea abrasaba su cerebro. Trasladar al lienzo la suprema agonía de Cristo.