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Tradiciones peruanas

MUJER Y TIGRE Siempre es grato elevar nuestro pensamiento á los días de la infancia, esa edad de ilusiones color de rosa, en que libres de toda zozobra sobre el mañana, creemos que el mundo no se extiende mas allá de nuestros juguetes y del espacio que abarcan nuestros ojos. ¡Bienaventuradas horas en las que nos imaginamos orégano todo el monte, y en las que nadie ha murmurado aún á nuestros oídos que la amistad es una explotación y el amor un artículo de comercio!

Recorría ayer el álbum de mi memoria, y me detuve de pronto ante el recuerdo de una niña, compañera de mi infancia, enredadora y traviesa si las hubo. Cuando escondía las gafas de la abuela, prendía un petardo á la cola del gato ó hacía alguna otra picardihuela, solía la buena anciana aplicarla un par de azoticos, exclamando:

—Esta niña es el mismo pie de Judas. Es más mala que la señora de***.

De mí sé decir que tanto recalcaba la vieja sobre esto de la maldad de la señora de***, que tomé por la susodicha un miedo más cerval que por el coco. Andando, andando, descifré cuanto viejo manuscrito cayó por mi cuenta, no dejé bruja á vida de las que penitenció en Lima la Santa Inquisición cuyas marrullerías no me fuesen conocidas, y cuando menos lo esperaba, cata que me encontré con que en uno de los libros del Cabildo y en la Estadística de Fuentes existen datos auténticos sobre mi señora la de***. ¡No que nones! Pues yo tengo de escribir esta leyenda, aunque no sea más que para probar que por pícara y taimada y bellaca que llegase á ser, con el tiempo y las aguas, la pobre niña á quien tan