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Ricardo Palma

de D. Diego daba pábulo á la chismografía, porque todas las noches los espléndidos salones de su casa eran teatro de las más escandalosas orgías.

Dejó de visitar la sociedad de buen tono que hasta entonces frecuentara, y diose perdidamente al trato de mujerzuelas y gente de mal vivir.

Un coplero de tres al cuarto, cuyos versos gozaban de gran boga, sin tener ni la chispa satírica ni la originalidad del poeta limeño Juan de Caviedes, escribió unas jácaras contra el capitán, en las que lo llamaba «sustentador de quercilas, cuba ambulante de vino, ocupado de contino en descomponer doncellas.

Y corriendo de mano en mano las maldecidas rimas, y arrebatándoselas los unos á los otros, que de humanos es buscar lo que tiende á la difamación, vino día en que llegaron á las de D. Diego, quien armando de sendas estacas á dos de sus criados, les man ló descargarlas sobre las espaldas del malhadado hijo de Apolo, para escarmiento de poetas vergonzantes y desvergonzadlos. El pobrete quedó como jaco de gitano: «con el pellejo curtido y ni un solo hueso sano.» No tanto por defender al zurrado coplero cuanto por aversión hacia el capitán, entablaron varios jóvenes pudientes juicio contra él; mas como no alcanzasen á probar que los criados de I). Diego hubiesen sido los instrumentos de la tunda, resultó á la postre que perdieron el pleito con costas, y ainda mais con la obligación de satisfacer al agraviado. Por supuesto que el de Arellano no se conformó con que sus enemigos cantasen el peccavi, y les dijo muy llanamente que era llegada la ocasión de que hablasen los hierros. En consecuencia, tuvo tres desafios, y tres de sus adversarios sacaron otras tantas heridas de á cuarta; con lo que los demás, acatando la elocuencia que encierra un argumento de lógica toledana, declararon que dejaban al capitán en su buena reputación y fama. Echose tierra sobre el negocio, que terminó como la misa del Viernes Santo, y no se volvió á hablar más de las coplas.

Seguía en tanto el capitán su licencioso sistema de vida, y contábase que estando un domingo en el portal con varios camaradas de vicio, acertó á pasar una dama, notable por su hermosura y recato. Oyendo 1). Diego que los otros mancebos hablaban de ella con respeto, se sintió picado y apostó que antes de un mes scría dueño de ese tesoro de virtudes. Desde tal día consagróse á obsequiar á la dama y, en mérito de la brevedad, diremos tan sólo que una noche, después de haber invitado á sus amigos para una orgia, los condujo hasta su dormitorio, en el que se hallaba una mujer.

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