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Tradiciones peruanas

Perricholi. La Perricholi, de quien pluma mejor cortada que la de este humilde servidor de ustedes ha escrito la biografía, era hembra de escasísima belleza. Parece que el señor virrey no fué hombre de paladar muy delicado.

María Castellanos, como he tenido el honor de decirlo, era la más linda morenita limeña que ha calzado zapaticos de cuatro puntos y medio.

«Como una y una son dos, por las morenas me muero:

lo blanco, lo hizo un platero; lo moreno, lo hizo Dios.

Tal rezaba una copla popular de aquel tiempo, y á fe que debió ser Marujilla la musa que inspiró al poeta. Decíame, relamiéndose, aquel súbdito de Amat que hasta el sol se quedaba bizco y la luna boquiabierta cuando osa muchacha, puesta de veinticinco alfileres, salia á dar un verde por los portalesal virrey, Pero así como la Villegas traía al retortero nada menos que la Castellanos tenía prendido á sus enaguas al empingorotado conde de***, viejo millonario, y que, a pesar de sus lacras y diciembres, conservaba afición por la fruta del paraíso. Si el virrey hacía locuras por la una, el conde no le iba en zaga por la otra.

La Villegas quiso humillar á las damas de la aristocracia, ostentando sus cquívocos hechizos en un carruaje y en el paseo público. La nobleza toda se escandalizó y arremolinó contra el virrey. Pero la cómica, que había satisfecho ya su vanidad y capricho, obsequió el carruaje á la parroquia de San Lázaro para que en él saliese el párroco conduciendo el Viático. Y téngase presente que por entonces un carruaje costaba un ojo de la cara, y el de la l'erricholi fué el más espléndido entre los que lucieron en la Alameda.

La Castellanos no podía conformarse con que su rival metiese tanto ruido en el mundo limeño con motivo del paseo en carruaje.

—No! Pues como á mí se me encaje entre ceja y ceja, he de confundir el orgullo de esa pindonga. Pues mi querido no es ningún mayorazgo de perro y escopeta, ni aprendió á robar como Amat de su mayordomo, y lo que gasta es suyo y muy suyo sin que tenga que dar cuenta al rey de dónde salen esas misas. ¡Venirme á mí con orgullitos y fantasías, como si no fuera mejor que ella, la muy cómica! ¡Miren el charquito de agua que quiere ser brazo de río! ¡Pues bonita soy yo, la Castellanos!

Y va de digresión. Los maldicientes decían en Lima que durante los primeros años de su gobierno, el Excmo. Sr. virrey D. Manuel de Amat y