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Ricardo Palma

Juniet, caballero del hábito de Santiago y condecorado con un cementerio de cruces, había sido un dechado de moralidad y honradez administrativas. Pero llegó un día en que cedió á la tentación de hacerse rico, merced á una casualidad que lo hizo descubrir que la provisión de corregimientos era una mina más poderosa y boyante que las de Pasco y Potosí. Véase cómo se realizó tan portentoso descubrimiento.

Acostumbraba Amat levantarse con el alba (que, como dice un escritor amigo mío, el madrugar es cualidad de buenos gobernantes), y envuelto en una zamarra de paño burdo descendía al jardín de palacio, y se entretenía hasta las ocho de la mañana en cultivarlo. Un pretendiente al corregimiento de Saña ó Jauja, los más importantes del virreinato, abordó al virrey en el jardín, confundiéndolo con su mayordomo, y le ofreció algunos centenares de peluconas por que emplease su influjo todo con su excelencia á fin de conseguir que él se calzase la codiciada prebenda.

—¡Por vida de santa Cebollina, virgen y mártir, abogada de los callos!

¿Esas teníamos, señor mayordomo?dijo para sus adontros el virey; y desde ese día se dió tan buenas trazas para hacer su agosto sin necesidad de acólito, que en breve logró contar con fuertes sumas para complacer en sus dispendiosos caprichos á la Perricholi, quo, dicho sea de paso, era lo que se entiende por manirrota y botarate.

Volvamos á la Castellanos. Era moda que toda mujer que algo valia tuviese predilección por un faldero. El de Marujita era un animalito muy mono, un verdadero dije. Llegó á la sazón la fiesta del Rosario, y asistió á ella la querida del conde muy pobremente vestida y llevando tras sí una criada que conducía en brazos al chuchito. Ello dirás, lector, que nada tenía de maravilloso; pero es el caso que el faldero traía un collarín de oro macizo con brillantes como garbanzos, Mucho dió que hablar durante la procesión la extravagancia de exhibir un perro que llevaba sobre sí tesoro tal; pero el asombro subió de punto cuando terminada la procesión se supo que Cupido con todos sus valiosos adornos había sido obsequiado por su ama á uno de los hospitales de la ciudad, que por falta de rentas estaba poco menos que al cerrarse.

La Mariquita ganó desde ese instante en las simpatías del pueblo y de la aristocracia todo lo que había perdido su orgullosa rival Mica Villegas;