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Página:Traducciones poéticas (Rafael Pombo).djvu/98

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Y al gallo del granjero
Luégo susurra:
«Vibra el clarín sonoro
¡Y al sol anúncia!»

Y a los maizales de oro
Rápido manda:
«Haced la venia, espigas,
¡A la mañana!»

Y en cada campanario
Clamando asoma:
«Oh campana, despierta,
¡Suena la hora!»....

Mas cruzó el campo santo
Con un suspiro
Murmurando: «Aún no es tiempo;
¡Dormid tranquilos!»


EL SALMO DE LA VIDA
(De Longfellow).


No me digas, oh Salmista, en tus melancólicos versos
«La vida es un sueño, una ilusión.»
Para el alma inmortal no es el vivo, es el muerto el que sueña;
Las cosas cual parecen no son.

¡No, la vida es real! no es juego, una frivola chanza.
Ni es la tumba su fin postrimer.
No fue el alma a quien dijo la palabra de Dios: «tú eres polvo,
«Y tú al polvo tendrás que volver.»

Yo no he venido al mundo a llorar, ni a reír he venido,
¡Que es más digno el destino en que voy!
A trabajar llegamos, a que cada mañana el mañana
Nos encuentre más lejos que el hoy.

Es larga la tarea, y es fugaz, volocísimo el tiempo;
Y aunque en eco de orgullo retumba,
Va siempre el corazón como un sordo tambor redoblando
Nuestra fúnebre marcha a la tumba.

En este de batalla ancho campo que te abre la vida,
Magnífico vivac de la tierra.
No seas tú como el mudo vil ganado que a látigo avanza,
Sé un héroe en tu trance de guerra.