han de percibirse constantemente al recitarlos, aquel eco varonil, aquel ruido militar, aquel sonido lleno de la trompeta que en cierto modo se oye al leer en alta voz los de la Eneida. Y á pesar de haber asentado esta importante doctrina literaria, en su traducción de la Ilíada, apenas se hallará un verso propiamente heroico. Si un crítico entendido, capaz de comparar y de juzgar, y conocedor de los recursos de nuestra habla y versificación, dijere que en mi traducción de la Eneida tal pasaje carece de vigorosa entonación, ó que este ó esotro arcaísmo, por razones particulares, está mal empleado, á su censura me someto sin reclamar indulgencia con súplicas ni excusas, bien que por otra parte no parezca equitativo juzgar á un traductor en vista únicamente de tal ó cual trozo, cuando una traducción extensa no se hace para ser citada sólo en determinados pasajes, que, destacados, pueden y deben traducirse con particular y mayor esmero. Pero si uno de los profanos que con tanta frecuencia usurpan las funciones del crítico, condena en la misma traducción, en términos absolutos, el uso del metro más difícil y artificioso, así como el más autorizado para la epopeya, y el empleo de arcaísmos, las decisiones del juzgador, como incompetente, dejarán al traductor sin cuidado.
Diversas formas de estilo y de versificación he empleado en las poesías que este tomo contiene, para traducir á Lamartine, v. gr., y á Campbell. Probablemente no habré acertado á reproducir la melódica dulzura del uno, ó la vigorosa entonación del otro; pero admítase en todo caso la necesidad de emplear procedimientos