Momentos hay tan bellos, tan dulces en la vida,
Que al alma siempre orean cual brisas del Edén;
Si al pronto los envuelve en turbio torbellino
El tiempo, más brillantes despiértanse después.
¡Momentos bendecidos, gratísimas memorias!
Aquel imán secreto jamás perder podréis
Que hace que fuerzas nuevas el corazón reciba,
Y, aun moribundo y yerto, palpite de placer.
Retrógrado, en vosotros se explaya el pensamiento,
Y torno, torno á verla, como otra vez la vi:
Su cabello süave, que al aire manso ondea,
Sus ojos, que del cielo reflejan el zafir;
Su cuello, como nieve que las cumbres corona,
Sus labios entreabiertos cual fresca flor de Abril;
Y á ella pasar la miro, en leve nube envuelta
Que roba los aromas del nardo y del jazmín.
De aquella azul mirada párte encendido rayo
Que vierte por mis venas inextinguible ardor;
Habla—y oigo de nuevo rodar, cual de arpa alada,
En melodiosas ondas su regalada voz.
Enlazada á mi mano su dulce mano estrecho,
Y electrizado late mi pobre corazón.
Más que de humanas dichas, hora de santos éxtasis
Que vivirá conmigo mientras aliente yo.
Juntos nos encontrámos, de cristalina fuente
Bebiendo inspiraciones de gloria y de virtud,
De miradas extáticas, de pensamientos mudos
Viviendo, sin que el labio de amor hablase aún.
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AMATORIAS Y ELEGIACAS