honra, no morir, y entonces aprenderá al fin cuán vana es la tarea de honrar al Hades.
¡Ero, invencible Ero, que te dejas caer sobre los poderosos, que reposas sobre las mejillas delicadas de la joven doncella, que te trasladas al otro lado de los mares y á los establos agrestes, ninguno de los Inmortales puede huir de ti, ni ninguno de los hombres que viven pocos días; pero el que te posee se llena de furor!
Tú arrastras á la iniquidad los pensamientos de los justos y empujas á la disensión á los hombres de la misma sangre. El encanto apetecible que resplandece en los ojos de una joven alcanza la victoria y prevalece sobre las grandes leyes. La diosa Afrodita es invencible y se ríe de todo. Y yo mismo, ante esto, infrinjo lo que es lícito y no puedo contener las fuentes de mis lágrimas, cuando veo á Antígona avanzar hacia el lecho adonde todos van á dormir.
Vedme, ¡oh ciudadanos de la tierra de mi patria! haciendo mi último camino y mirando el último resplandor del día para no mirarlo ya jamás. Ades, que todo lo sepulta, me lleva viva hacia el Aqueronte, sin que haya conocido las nupcias, sin que el himno nupcial me haya cantado, porque tomaré al Aqueronte por esposo.
Así, ilustre y alabada, vas á los retiros de los muertos, no consumida y marchitada por las enfermedades, no entregada como botín de guerra; sino que, única entre los mortales, libre y viva, desciendes á la morada de Ades.
Por cierto, he oído decir que la frigia extranjera, hija de Tántalo, murió muy desgraciada en la cumbre del Sipilo,