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Página:Tragedias de Sófocles - Leconte de Lisle (Tomo II).djvu/109

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Ayax

viene hacia nosotros con paso rápido. Ciertamente, su boca va á abrirse para mí con palabras siniestras.

Se me anuncia que te atreves á prorrumpir impunemente en insolencias contra nosotros. Sin embargo, has nacido de una cautiva. ¿Cuánto, alzándote sobre la punta de los pies, no te envanecerías orgullosamente, si hubieses sido criado por una madre libre, puesto que, no siendo mas que un hombre de nada, combates por el que no es ya nada, diciendo que no somos los jefes ni de las naves, ni de los aqueos, ni de los tuyos, y que Ayax subió á sus naves por su propia voluntad? ¿No es un gran oprobio oir tales cosas á un esclavo? ¿Y por qué hombre hablas tan insolentemente? ¿Dónde ha ido, dónde se ha detenido, que yo no lo haya hecho también? ¿No hay hombres entre los aqueos, excepto éste?

Hemos hecho mal en proponer las armas de Aquileo como premio á los argivos, si somos declarados inicuos por Teucro, y si no os place, aunque vencidos, acatar el juicio de todos, llenándonos siempre de injurias y atacándonos con pérfidos ardides, porque habéis perdido vuestra causa. Procediendo así, ninguna ley sería estable jamás, si aquellos á quienes la sentencia ha declarado vencedores se ven obligados ceder, y los vencidos desposeen á los primeros.

Antes bien, esto debe ser reprimido. No es por la gran masa del cuerpo y por los anchos hombros por lo que los hombres son los primeros, sino que los que piensan sabiamente son los que prevalecen en todo lugar. El buey de anchos costados es impelido en el recto camino por un pequeño látigo.

Preveo que habrá que usar de ese remedio para ti, si no vuelves á la sana razón, tú que, en favor de un hombre que no vive ya y que ya no es mas que una sombra vana, te atreves á ultrajar y hablar con una boca sin freno. ¿No reprimirás ese espíritu insolente? ¿No puedes, pensando de quién has nacido, traer aquí algún hombre libre que hable por ti? Porque no puedo comprender lo que dices, no entendiendo la lengua bárbara.

¡Pluguiera á los Dioses que fueseis más moderados uno y otro! No tengo nada mejor que decir sobre lo que concierne á ambos.