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Sófocles

Si me refieres su sueño, te lo diré.

No podré decir de él sino poca cosa.

Di al menos eso. Unas pocas palabras han elevado ó derribado con frecuencia á los hombres.

Se dice que ha visto á tu padre y el mío, vuelto de nuevo á la luz; después, habiendo aparecido en la morada, apoderarse del cetro que llevaba en otro tiempo y que lleva ahora Egisto y hundirlo en tierra, y que entonces un elevado ramo germinó y salió de él, y que toda la tierra de Micenas fué cubierta por su sombra. He oído decir estas cosas á alguien que estaba presente cuando ella refería su sueño á Helios. No sé más, si no es que me ha enviado á causa del terror que le ha causado ese ensueño. Te suplico, pues, por los Dioses de la patria, que me escuches y no te pierdas por imprudencia; porque si, ahora, me rechazas, me llamarás cuando seas víctima de la desdicha.

¡Oh querida! No lleves nada á la tumba de lo que tienes en las manos, porque no te es lícito y no es piadoso llevar á nuestro padre esas ofrendas de una mujer odiosa y derramar esas libaciones. Arrójalas á los vientos ó escóndelas en la tierra profundamente excavada, á fin de que nada se acerque jamás á la tumba de nuestro padre: antes bien, hasta que ella muera, que ese tesoro le esté reservado bajo tierra. En efecto, si esa mujer no hubiera nacido la más audaz de todas, jamás habría destinado esas libaciones detestables á la tumba de aquel á quien mató ella misma. Pregúntate, en efecto, si el muerto encerrado en esa tumba ha de aceptar de buen grado esas ofrendas de aquella por quien fué in-