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Sófocles

pulsada por el odio, extienda á grandes gritos vanos rumores por la ciudad. Comprende, pues, así, lo que diré. ¡Si la visión que se me ha aparecido esta noche me anuncia cosas felices, realízalas, rey Licio! Si son funestas, desvíalas sobre mis enemigos. Si ellos me tienden asechanzas, no permitas que me arrebaten mis riquezas, sino concédeme vivir, siempre sana y salva, poseyendo el cetro y la morada de los Atreidas, gozando de un feliz destino en medio de mis amigos y de aquellos de mis hijos que ahora me rodean, que no me aborrecen y no me desean el mal. Escúchanos favorablemente, Apolo Licio, y danos lo que te pedimos. En cuanto á las demás cosas, aunque me calle, creo que, siendo dios, las conoces bien, porque los hijos de Zeus lo ven todo.

Mujeres extranjeras, quisiera saber si esta morada es la del rey Egisto.

Lo es, extranjero, has creído bien.

¿Pienso acertadamente que ésta es su esposa? Efectivamente, su aspecto es el de una reina.

Ciertamente: es ella misma.

Salud, ¡oh Reina! Traigo una buena noticia para ti y para Egisto, de parte de un hombre que os ama.

Acepto el augurio; pero deseo saber en primer lugar quién te ha enviado.